St. Vincent

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

Bill Murray en una gran actuación digna de una nominación que no recibió
Cada diez años aproximadamente Bill Murray nos regala una excelente interpretación de personajes, que uno sospecha se parecen a él en su vida real.
En 1984 lo vimos en “Los cazafantasmas”, junto a Dan Aykroyd y Harold Ramis, en lo que fue un gran éxito de público. Diez años después Ramis, hace una semana fallecido, lo dirigió en la notable “Hechizo del tiempo” (“Groundhog Day”) y en 2003 fue el turno de Sofia Coppola con “Perdidos en Tokyo”, junto a una muy joven Scarlett Johansson.
Para no romper la cábala “decenal”, Murray nos ofrece ahora “St. Vincent” coronando de esta manera una larga carrera que ya lleva cincuenta títulos en su filmografía. Y cuando se analiza la misma se constata la recurrencia con que ciertos realizadores suelen apelar a él, no necesariamente asignándole el rol o personaje principal.
Quien lleva la delantera en esto es sin duda Wes Anderson para quien Murray es su actor fetiche. Justamente en pocas semanas el director de “Los excéntricos Tenenbaum” competirá por los principales premios Oscar con “El gran Hotel Budapest”, donde su actor predilecto tiene una breve aparición. La carrera de Anderson es muy irregular alternando buenas películas, en particular “Tres son multitud” (“Rushmore”) con Murray en una de las mejores actuaciones de su carrera, con otras menos logradas como “Vida acuática”, “Moonrise Kingdom: un reino bajo la luna”, quizás “Viaje a Darjeeling”.
“St. Vincent” fue dirigida por Theodore Melfi, en auspicioso debut. Difícil imaginar la película con otro actor que no sea Murray. Su Vincent es un ser malhumorado, peleado con el mundo y que no se parece en nada al “santo” del título. En el inicio mismo se lo ve en un bar contando chistes malos sobre alguien que confundió un “porche”, con el auto de lujo de similar pronunciación. O también abusando de términos vulgares como “shit” y tomando alcohol antes de conducir su desvencijado automóvil.
Pero su vida dará un vuelco cuando Maggie, una nueva vecina que personifica la simpática Melissa McCarthy (“La boda de mi mejor amiga”), le pida que cuide a su joven hijo Oliver (promisorio Jaeden Leberher) y él acceda a cambio de una retribución monetaria. Hará de “babysitter” y lo tendrá en su casa, donde comerán “sushi” (en verdad sardinas) en compañía de su extraño gato.
Otro excéntrico personaje de esta insólita comedia es Daka, prostituta rusa que se expresa con fuerte acento eslavo y que interpreta Naomi Watts, alguien normalmente en las antípodas en sus caracterizaciones en el cine. Ella está encinta y cuando Oliver le pregunte a su protector cuál es la profesión la respuesta que recibirá es la de “Lady of the night”, que el chico no acierta a comprender.
Entre el gruñón bebedor y el niño se irá desarrollando una creciente complicidad, con graciosas escenas en un hipódromo o más dramáticas en el colegio.
El por qué de Santo (St.) se irá revelando a medida que avanza la historia. Sin necesidad de develar demasiado de la trama digamos que ello tendrá que ver con dos aspectos de la vida del personaje central, uno familiar y el otro profesional, que Oliver irá conociendo. Y que llevarán a una emotiva escena en el colegio, cerca del final, que puede resumirse en la frase: “los santos son seres humanos”.
Mientras desfilaban los títulos finales en una función del Cineclub Núcleo sorprendió que el público no se levantara seguramente para ver a una vez más a Vincent en su jardín, manguera en mano escuchando “Shelter from the Storm” del gran Bob Dylan. Y más de uno habrá lamentado que luego de su nominación al Globo de Oro no haya tenido otra similar al Oscar.