Spring Breakers: viviendo al límite

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Cuatro días de fiesta y sexo

Spring Breakers está dirigida por Harmony Korine. Este nombre es casi desconocido para la mayoría de los espectadores. Y es porque el director y guionista de esta película realizó sus títulos más importantes en el cine independiente, casi underground en algunos casos. Pero una de las ironías que posee el cine actual es que los transgresores o supuestos transgresores más rebeldes del cine terminan por ser funcionales a las reglas más adocenadas del cine industrial. O, como en el caso de Spring Breakers, convirtiéndose en un moralista reaccionario. Korine había debutado en el cine con una película deslumbrante llamada Gummo, verdadera rareza inclasificable. Antes había escrito el guión de Kids, de Larry Clark, film con el cual Spring Breakers guarda una cierta similitud.

Ni Julien Donkey Boy, ni Mister Lonely, ni Trash Humpers nos habrían preparado para este salto de producción e ideas tan poco feliz. Cuatro amigas se toman las vacaciones de primavera (El mítico Spring Break, sinónimo del descontrol en el imaginario popular americano) para sumergirse en una vorágine de sexo, drogas y alcohol. Con un problema que las llevará de lleno a la boca del lobo y a pasar de querer vivir para siempre de fiesta a convertirse directamente en criminales. Una idea un poco simplista y peligrosa, claro está. La película coquetea mucho con ser una simple explotación de cuerpos semidesnudos y hace planos tan vulgares como el más machista y rancio de los videos o programas de televisión. Las cuatro jóvenes protagonistas podrán despertar el morbo de viejos verdes, pero su carga sexual es discutible y la película se regodea sin agregar una sola idea sobre ellas. Una estética insufrible acompaña sin alegría esta no transgresión de un director que solía asumir riesgos y ser original y que aquí decide colocarse en la otra punta del espectro cinematográfico. Una comedia ligera e inteligente como Dulces y peligrosas hizo, hace una década, mucho más por la amistad, la vitalidad y la transgresión femeninas que este olvidable producto sin destino. «