Spring Breakers: viviendo al límite

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Con una inspiración apreciable en Asesinos por naturaleza y asimismo emparentada con Salvajes, otro film de Oliver Stone rodado casi al mismo tiempo que éste, Spring Breakers ofrece una experiencia fílmica lisérgica, hipnótica, caprichosa y deslumbrante. Surcada por excesos, desbordes, reiteraciones e inverosimilitudes, el film de Harmony Korine es aún así una rara pieza de arte, a la que es mejor entregarse sin prejuicios ni análisis intelectuales. Y
disfrutar así de su fenomenal estética y sus variados trasfondos. El colorido del logo, el título, el afiche, las fotos y especialmente las participaciones de Selena Gomez y Vanessa Hudgens -íconos del universo teen americano-, dan una aparente sensación de frivolidad y superficialidad, en una frecuencia tipo E! entretainment. Y si bien denominan Spring Break a esa semana de vacaciones que se toman los jóvenes estadounidenses en primavera, este “break” está muy lejos de la inocente postal playera. Adolescentes bellos, torneados, relucientes en sus bikinis y bermudas, pero a la vez capaces de los peores desbordes, entre el alcohol, el sexo, las drogas y el crimen. Jóvenes desatados, liberados, apasionados con la vida y la muerte y sin sentimientos de culpa. Un final sangriento y
acaso “feliz” -o ensoñado- le da un cierre inquietante y sublime a un film fuera de lo común. La sorprendente y excepcional caracterización de James Franco y la música del notable Cliff Martinez terminan de redondear todo.