Spider-Man: Sin camino a casa

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

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Si siguen aquí es porque: a) ya vieron la película; b) no les importan en lo más mínimo los spoilers; o c) no tienen pensado ver esta nueva entrega de la saga pero quieren enterarse de qué va. ¿Y por qué escribimos en este caso con spoilers? Porque no hay plan B, salvo poner vaguedades y conceptos a pura fórmula del estilo “tiene impactantes escenas de acción”, “los efectos visuales son imponentes”, etc. De hecho, basta con leer en la ficha técnica los actores que figuran en el elenco para que eso se convierta en un tremendo spoiler. Preferimos entonces que nos lean unos días más tarde, con el film ya visto, y que la crítica tenga alguna idea un poco más interesante (si no lo logramos es por pura incompetencia).

En Spiderman: Sin camino a casa, novena entrega de esta muy popular franquicia de Marvel que no es manejada por Disney sino por Sony (igual está cada vez más integrada al MCU), conviven dos películas: la primera -que podría manejarse dentro del terreno libre de spoilers porque es lo que figura en la sinopsis e incluso en los trailers- tiene que ver con que, antes de morir en el cierre londinense de Lejos de casa, el Mysterio de Jake Gyllenhaal le anunció al mundo que Spiderman era Peter Parker.

Así, este adolescente de 17 años (Tom Holland) se convierte en víctima de una persecución mediática a sol y a sombra, de algunas muestras de apoyo pero muchísimas más de odio. La súbita fama no lo deja tranquilo ni un segundo: debe esconderse, huir o resignarse a sufrir todo tipo de reacciones incómodas o incluso violentas. Desesperado, acude a los servicios de Dr. Strange (Benedict Cumberbatch) para que el mago apele a la gema del tiempo, retroceder las cosas y lograr que todos -menos seres queridos como la tía May (Marisa Tomei), su novia MJ (Zendaya) o su amigo Ned (Jacob Batalon)- se olviden de que El Hombre Araña es Peter Parker.

Pero, claro, el hechizo sale mal por las dudas y contradicciones del propio Peter y -no olvidar que estamos en tiempos del multiverso y multidimensiones- se abren portales que habilitan la llegada de los enemigos históricos (el Doctor Octopus de Alfred Molina, el Electro de Jamie Foxx, el Flash Thompson de Tony Revolori, el Sandman de Thomas Haden Church, el Lagarto de Rhys Ifans o el Duende Verde de Willem Dafoe) y -en el mayor impacto emocional de la película y probablemente de toda la saga- el regreso de los 'viejos' Spiderman de Tobey Maguire y Andrew Garfield para que la fiesta sea completa en la larga set-piece decisiva ambientada en plena Estatua de la Libertad.

Es precisamente ese golpe de efecto que se produce promediando los 148 minutos (duración que, dicho sea de paso, jamás se siente como una mochila) el que convierte a una película en principio bastante convencional sobre tres amigos tratando de ingresar al MIT de Boston (y fracasando por motivos extracurriculares que tienen que ver con el escarnio público sobre Peter) en otra donde todo queda servido para la emoción y el aplauso de los fans: ver luchando juntos a Tobey Maguire con sus 46 años, a Andrew Garfield con sus 38 y a Holland con sus 25 (cada vez le cuesta más dar en pantalla un pibe de 17) es algo que paga por sí solo el precio de la entrada. Si además le sumamos una sólida narración a cargo del siempre eficaz Watts, la espectacularidad visual de la que hablábamos un poco en sorna al comienzo de esta reseña y la tensión romántica entre el protagonista y Zendaya Sin camino a casa está a la altura de las expectativas: para las fiestas llega entonces el tanque del año. Pasión de multitudes.