Soy mucho mejor que vos

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Trago amargo

Con su ópera prima Te creís la más linda (pero erís la más puta) -rodada con apenas 3.000 dólares y estrenada de forma artesanal hace más de cuatro años- Che Sandoval consiguió un sorprendente éxito comercial en Chile, donde el film se convirtió en un pequeño fenómeno artístico y social. En aquel retrato de las desventuras afectivas de un veinteañero aparecía como personaje secundario el ya cuarentón Cristóbal (interpretado por Sebastián Brahm, también un reconocido director), que en esta suerte de spin-off tiene un protagonismo absoluto.

Auténtico perdedor (su esposa se ha ido a Barcelona, la comunicación con sus hijos es casi nula, sus negocios están en la ruina...), nuestro antihéroe perfecto tendrá una noche de excesos y desventuras a la Después de hora (la tragicomedia de enredos de Martin Scorsese). A pura cámara en mano y con ese "slang" tan propio de las calles de Santiago, Sandoval consigue un simpático y al mismo tiempo desgarrador retrato sobre el machismo, la falta de compromiso, las obsesiones, las frustraciones y la angustia del hombre contemporáneo.

Como en su primer largometraje, los diálogos -incluso más que la acción- son el verdadero motor de la narración, que en este sentido tiene más puntos de conexión con el Mumblecore estadounidense (y también con la filmografía de John Cassavetes) que con los exponentes más habituales del cine latinoamericano.

Cristobal resume mucho de lo peor de Chile (es neurótico, arribista, misógino, racista, culpógeno, alcohólico y hasta con ciertas actitudes psicopáticas) y, en ese sentido, por momentos Sandoval parece regodearse en la crueldad hacia su criatura, pero finalmente su apuesta por el humor negro, la credibilidad del relato y la fluidez de la narración terminan haciendo de Soy mucho mejor que vos una experiencia disfrutable.