Sonata en Si menor

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Sobre la prensa cómplice

Cuatro ejes narrativos trabaja el documental –representación de Patricio Escobar–: la presencia de Miguel Ángel Estrella tocando la sonata de Liszt para piano en la Embajada Argentina de Uruguay, la intervención de la periodista Claudia Acuña juzgando el accionar de la prensa durante los años de las dictaduras latinoamericanas, los testimonios a cámara de sobrevivientes (con especial énfasis en la historia de la niña Alejandrina Barry) y, por lógica extensión, la responsabilidad de la Editorial Atlántida como cómplice y referente periodístico del Proceso.

Como inicio argumental, la película toma un operativo que secuestró y asesinó a militantes montoneros y la posterior reconstrucción y manipulación de los hechos por parte de las revistas Gente, Para ti y Somos. Además, el film escenifica y reconstruye el pasado recurriendo a un espacio cerrado, con influencias teatrales, tal como lo hicieran el alemán Rainer Fassbinder en La libertad en Bremen (1972) y luego Lars von Trier en Dogville (2003).
Semejante elección de puesta en escena resulta más que válida frente a los testimonios que recuerdan al hecho central, al que se considera como la primera acción del Plan Cóndor. En tanto, ya que los segmentos se narran en montaje paralelo, "la caja cerrada" adquiere una gran intensidad en los momentos en que Acuña fustiga al periodista, mientras las imágenes muestran a Estrella tocando la sonata de Liszt junto con civiles y militares, donde se destaca la presencia de Pepe Mujica, al que la cámara expone de forma nada complaciente en los minutos finales. Ese ida y vuelta que ofrece Sonata en Si Menor logra que el documental adquiera un bienvenido ritmo interno. Un punto aparte son los testimonios, lejos del arrepentimiento, de Alfredo Serra (Gente) y Eduardo Paredes (Somos), que ameritan otras películas sobre el tema, tal como hiciera el director chileno Ignacio Agüero con El diario de Agustín en referencia al periódico El Mercurio. Serra y Paredes dan la cara y explican cómo se manejaba la editorial periodística en aquel período de catacumbas. El horror, por lo tanto, ya tiene dos nuevos rostros.