Son como niños

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Una comedia bastante infantil

Son como niños no logra superar las obviedades y los clichés de su planteo

La dupla conformada por el director Dennis Dugan y el actor, productor y ocasional guionista Adam Sandler ha concretado en los últimos 15 años seis películas, todas muy exitosas y un par de ellas (Un papá genial, No te metas con Zohan) bastante atendibles.

En Son como niños , con Sandler como coautor de la trama, pero sin el protagonismo exclusivo de otros films suyos (hay una apuesta por una estructura coral con varias estrellas de la comedia norteamericana rodeándolo), el resultado es de lo más decepcionante que en términos artísticos ha entregado esta prolífica asociación entre realizador e intérprete (ya tienen dos nuevos proyectos en camino para el año próximo).

La película arranca con un prólogo ambientado en 1978, cuando un equipo infantil de básquet gana un campeonato interescolar en el último segundo. Tres décadas más tarde, el entrenador de aquel grupo muere y los ya cuarentones ex jugadores se reencuentran en el funeral para homenajearlo.

Uno de ellos, un exitoso agente de Hollywood (Sandler), alquila una casona junto a un lago e invita a los otros cuatro, típicos perdedores, excéntricos pero de buen corazón (Kevin James, Chris Rock, David Spade y Rob Schneider), a pasar el tradicional fin de semana largo del 4 de julio junto con sus esposas e hijos. Un ámbito y un contexto ideales para todo tipo de enredos, malos entendidos, travesuras, bromas y torpezas protagonizadas por estos adultos inmaduros a los que alude el título.

Como en todo producto de la denominada Nueva Comedia Americana, hay muchos chistes de doble sentido, escatológicos y sexuales, pero esta vez la propuesta no sólo no es transgresora en su retrato de las familias disfuncionales sino que termina siendo concesiva. El problema mayor, de todas maneras, tampoco es que sea complaciente (está lleno de historias que dejan al espectador satisfecho aún apelando a ciertas resoluciones demagógicas) sino que aquí todo se resuelve con torpeza y sin ingenio.

La película -con muchas más carencias que aciertos- intenta contraponer la camaradería masculina con la femenina (por allí aparecen, muy desaprovechadas, Salma Hayek, Maria Bello, Maya Rudolph y la veterana Joyce Van Patten), pero el contraste tampoco funciona. Esta celebración de la amistad más allá de las diferencias tiene, es cierto, un puñado de observaciones graciosas y emotivas, pero esos hallazgos son escasos dentro de una comedia que, en definitiva, resulta demasiado obvia y superficial.