Sombras de un crimen

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Cualquier director que haya incursionado en los grandes géneros cinematográficos quiere hacer en algún momento de su carrera, aunque sea en el tramo final, su película/homenaje al cine negro y al subgénero de crimen ambientado en Los Ángeles, en lo posible en la década de 1930, y recurrir a Chandler como inspiración y a Hitchcock como guía para resolver la trama.

En Sombras de un crimen, el irlandés Neil Jordan (El juego de las lágrimas, Entrevista con el vampiro) se prueba en este género (después de haber hecho muchas películas que lo avalan como artesano con talento) y elige al veterano Liam Neeson para interpretar al detective Marlowe, quien tiene que investigar la desaparición de Nico Peterson (François Arnaud), actor de Hollywood y examante de Clare Cavendish (Diane Kruger), una de esas típicas rubias del cine negro, hija y heredera de la glamorosa Dorothy Quincannon (Jessica Lange), la otra femme fatale de la película.

Clare sospecha que Nico no está muerto, por eso le encarga a Marlowe que lo busque, que averigüe por qué desapareció de un día para el otro y por qué fingió un accidente a la salida de un club nocturno, cuando un auto, supuestamente, lo pasó por encima.

Los personajes empiezan a desenvolver los característicos diálogos de un género con reglas bien marcadas, como la búsqueda sin descanso del detective mientras recolecta datos, sigue pistas y entrevista a personajes cada vez más oscuros, quienes dejan en evidencia la corrupción de la ciudad y el peligro que significa meterse con ellos.

A Nico aparentemente lo atropellaron a la salida de un club y nadie sabe por qué. El personaje forma parte de la industria del cine, es un actor secundario, casi desconocido, y todo indica que está en el negocio ilegal de estupefacientes, que involucra a personas poderosas.

El policial con detectives es un género apasionante y se basa principalmente en los diálogos y en la acción, distribuidas con moderación. El encargo de buscar a alguien (o averiguar los motivos de su muerte) es la excusa para recorrer los márgenes de una ciudad con mucho para ocultar.

Jessica Lange fluye en su papel de madre competitiva, cuya elegancia y carácter la convierten en una mujer imponente. Y Diane Kruger resuelve de manera práctica su personaje, quien trata de conquistar la confianza (y algo más) de Marlowe. Esto permite que el detective interactúe con ambas mientras despliegan sus armas de seducción y su inteligencia para sacar y esconder información.

Jordan se apoya en la novela de John Banville, La rubia de los ojos negros, para hacer una película respetuosa de los códigos y las reglas del género, que pretende ser un canto de amor al cine negro y a la literatura de detectives. El director también le guiña el ojo a Hitchcock, a quien reconoce como un maestro para resolver la trama, y a Los Ángeles, una ciudad que ya es un género en sí mismo.

Sombras de un crimen tiene momentos en los que los personajes se lucen con diálogos directos e ingeniosos, pero la mayoría de las escenas son predecibles y le falta fuerza y efectividad para redondear el misterio. La salva la presencia de Neeson, quien se pone al hombro una película un tanto mecánica y siempre al borde del aburrimiento. Aunque sin caer en él.