Sólo para payasos

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

No es estrictamente un documental sobre payasos. Es una mezcla entre documental y ficción que intenta abarcar a los payasos de aquí y de allá, su arte, sus variaciones, sus tradiciones, sus historias.

Empieza un poco laxo en términos de estructura, con imágenes de payasos en diferentes continentes, un dirigible volando (con efectos visuales rústicos), el propio director explicando algo de lo que vendrá: el intento de lograr el acto absoluto, el mejor, el acto payasesco que llene las expectativas de los payasos que se juntarán en una convención, el acto "sólo para payasos". Esos primeros minutos un poco caóticos parecen ser una mera introducción para enseguida proponer una sucesión de entrevistas con payasos y clowns con ideas sólidas, claras, concisas, en especial el catalán Tortell Poltrona y la argentina Petarda.

Petarda establece diferencias entre las performances en la calle, en el teatro y en los hospitales. Es decir, señala la importancia del contexto a la hora de pensar la performance . Poco después la película empieza a desoír esas declaraciones y a abusar cada vez con mayor frecuencia de una cercanía desaconsejada para el cine que registra actuaciones pensadas para otro contexto: el gesto payasesco -aunque sea de payaso moderno- se amplifica en el cine, y la mueca se impone y asfixia la gracia y lo que pueda haber de poesía en la representación.

Si una performance no fue pensada para el cine deben procurarse formas, cuidados especiales para que en su exposición cinematográfica no se deforme de tal manera que atente contra sí misma. Pero Sólo para payasos se acerca a sus sujetos de forma poco reflexiva y demasiado endogámica, e intenta arrollar con cantidad de planos, cantidad de payasos, cantidad de declaraciones, cantidad de inserts (que cortan buenas declaraciones con imágenes y acciones muchas veces irrelevantes): una cantidad excesiva de elementos que genera demasiada dispersión.

De esta manera, con el correr de los minutos las mezclas entre lo ficcional, lo documental y las performances de estos payasos (mayormente modernos y acrobáticos, no de circo clásico) se apilan de forma cada vez más desprolija, con un montaje que no permite organizar una película con una duración por encima del promedio de este tipo de propuestas. Así, Sólo para payasos entra en una lógica que no es anarquista, sino anárquica, lamentablemente desordenada. Y esa acumulación y ese desorden abruman, agotan y opacan unas cuantas buenas imágenes, algunas declaraciones atractivas y una lograda música original.