Soledad y Larguirucho

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Muy pocos artistas marcaron a generaciones de argentinos como Manuel García Ferré. Desde fines de los ’60 hasta los ’80, no se cansó de crear personajes y universos animados que ya son parte de la cultura popular (Anteojito, Hijitus, Calculín, Petete); pero ninguno es tan querible y entrañable como Larguirucho.

Sencillo, ingenuo, torpe, Larguirucho es gracioso y tiene un corazón enorme, aunque se deja influenciar con facilidad, a tal punto que a veces se convierte en esbirro de los villanos. Sus latiguillos también se volvieron clásicos ("Hablá má fuete que no te escucho") y aún hoy su risa es usada como ringtone en celulares. El personaje pegó y García Ferré lo hizo aparecer en sus programas de televisión y películas: Aventuras de Hijitus; Petete y Trapito; Ico, el Caballito Valiente; Manuelita y Corazón: Las Alegrías de Pantriste. Y, salvo en la historieta Desventuras de Larguirucho, siempre fue un secundario, un comic relief.

Recién ahora, en el siglo XXI, pudo acceder a un papel principal, junto a la joven cantante que, revoleando ponchos a lo loco, popularizó el folklore en la Argentina contemporánea.

En Soledad y Larguirucho, los protagonistas interpretan números musicales al tiempo que tratan de ser atacados por los viejos “malos” de Trulalá: El Profesor Neurus, Pucho, Serrucho y la Bruja Cachavacha, que envidia el talento de “La Sole” y por eso planea sabotear sus shows. No hay más para contar sobre el argumento.

Sería tentador y fácil despedazar a la película. Pero aquí no haremos eso. Aunque tampoco se la endiosará.

Es cierto que el nivel de creatividad de García Ferré dejó de evolucionar hace 25 años, y los niños de ahora pueden no sintonizar con los personajes -más allá de las repeticiones de Las Aventuras de Hijitus que dan por canal 13-. De todas maneras, la película tiene chances de triunfar entre los pequeños, como lo hizo Manuelita en su momento (aunque sigue siendo un misterio cómo fue que la seleccionaron para representar a nuestro país para los Oscar). Además, los personajes tienen sus fanáticos acérrimos, y Soledad —que supo incursionar en el cine en La Edad del Sol, allá por 1999— sigue siendo popular.

Al ser la primera producción integral de San Luis Cine, se muestran ciudades y paisajes de esa bella provincia como si se tratara de una publicidad, con Neurus en el rol de guía turístico (¡¿?!). El film puede tener su encanto desde ese punto de vista, para quien esté pensando en dónde ir de vacaciones.

En el elenco también aparecen Natalia “la hermana de Soledad” Pastorutti, Diego Capusotto, Carlitos Balá, Guillermo Andino, Pablo Codevila -comiendo un sánguche de salame- y hasta el Chaqueño Palavecino piloteando camiones y helicópteros. Estos detalles, más la mezcla de live action con animación —al estilo ¿Quién Engañó a Roger Rabbit?, aunque sin llegar a ese nivel de calidad, por supuesto—, hacen pensar en un producto muy particular, de esos que solo pueden ser disfrutados verdaderamente en cierto contexto: reunidos con amigos, en medio de pizza y mucha cerveza; o solo con amigos y cerveza; o consumiendo sustancias más poderosas (¡no es apología, señor juez!). Esto también podría aplicarse a varias películas de Disney y a 2001: Odisea del Espacio, de Stanley Kubrick.

La película está dirigida por García Ferré y Néstor Montalbano, cineasta que entiende de delirios y de cultura pop nacional de antaño (realizó Soy tu Aventura y Pájaros Volando, entre otras, y también programas como Cha Cha Cha y Todo por Dos Pesos).

Soledad y Larguirucho no pretende ser más de lo que es -por suerte- y tiene oportunidad de encontrar su público. De hecho, el status de Placer Culpable le sentaría muy bien. Veremos cómo se dan las cosas.

Por lo pronto, sólo queda despedirse como lo haría Larguirucho: “Ta ta ta ta ta, ta tá”.