Sofía, cumple 100 años

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Una experiencia reconfortante

Sofía cumple 100 años narra con suspenso, encanto y humor una vida y un país

En el pressbook del film, el director Hernán Belón escribe una líneas de presentación en las que indica -entre otras cosas- que sólo el 0,015 por ciento de la población mundial alcanza los 100 años y resalta que la protagonista ha vivido desde el Centenario de 1910 hasta el Bicentenario actual.

Si esos dos hechos ya de por sí resultan excepcionales, aún más lo son la intensidad de ese siglo de vida (de Sofía y del país) y la lucidez (en este caso, de la heroína del relato) con que ha llegado hasta el día en que festeja la centuria.

Sofía sufrió todo tipo de contratiempos, golpes y tristezas (desde la absurda muerte de su padre en el terremoto de San Juan en 1944 hasta la desaparición de un hijo durante la última dictadura militar, pasando por un exilio forzado a los 67 años), pero también miles de experiencias gozosas, que son compartidas en el film a través de viejas imágenes caseras que habían sido tomadas en el ámbito familiar o directamente gracias a la prodigiosa memoria de esta encantadora mujer a la hora de recordar los hitos de su vida.

Sofía cumple 100 años es, claro, un documental (una home-movie), pero en realidad resulta mucho más que eso: una comedia y una tragedia (la vida es una tragicomedia), un registro de época (están muy bien aprovechados los materiales de archivo) y, en definitiva, una gran historia de amor. El amor que ella profesa a sus seres queridos y que éstos le retribuyen (emociona ver la admiración, la devoción que por ella sienten sus nietas).

El film tiene suspenso (Sofía se quiebra la cadera luego de una caída y no sabe si podrá asistir a la celebración), encanto y humor. La protagonista tiene clara conciencia de la presencia de la cámara, pero actúa con una naturalidad que convierte al espectador en un observador privilegiado de su intimidad. Belón hace fácil lo difícil: está donde tiene que estar para captar los pequeños grandes momentos, pero sin forzar jamás las situaciones, sin que su cámara resulte intrusiva y sin perder el pudor que una aproximación de estas características exige.

La película -que tiene algunos puntos en común con la también notable Diletante , de Kris Niklison- es una emotiva celebración (y valoración) de la vida. Un verdadero hallazgo tanto en términos cinematográficos como humanos. Vale la pena acercarse, entonces, a estas viñetas de la admirable vida de Sofía. Se trata, sin dudas, de una experiencia reconfortante.