Socios por accidente 2

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Dos torpes en apuros

Socios por accidente 2 confirma la dudosa regla que dice que las segundas partes nunca son buenas. Si la primera era aceptable, se debía a que en ella se vislumbraba un intento por hacer del cine de género nacional algo digno de ver. Lamentablemente, en esta nueva entrega desaparece por completo todo lo que en aquélla había de esperanzador.

Después de un año de la primera historia, Rody (Peter Alfonso), agente secreto suspendido de Interpol, vuelve a aparecer en la vida de Matías (José María Listorti), el reconocido traductor de ruso. Esta vez, su objetivo es salvarlo para que no explote (literalmente), ya que unos terroristas lo quieren utilizar como hombre bomba para atentar contra la vida del primer ministro de Rusia (Mario Pasik), que llega al país (a La Rioja) a reforzar las relaciones diplomáticas.

Matías sigue viviendo con Rocío (Lourdes Mansilla), su hija de 15 años, y con un nuevo personaje, su joven novia llamada Jessi (Luz Cipriota). La tarea de Rody consistirá en prevenir y evitar el atentado y tratar de que Matías elimine de su organismo la bomba que le hacen ingerir en un evento (sí, una sofisticada bomba que al tragarse se transforma en el explosivo mortal).

Lo que hacen los directores Nicanor Loreti y Fabián Forte (responsables de las películas Diablo y La Corporación, respectivamente) no es ni parodia ni homenaje ni cita, es copiar y pegar a secas. Y ya se sabe que el séptimo arte no consiste en copiar y pegar formas y recursos cinematográficos, lo que se traduciría en un mero plagio.

El ralentí, por ejemplo, es algo que se tiene que usar si está justificado, si la película lo requiere, y no pensar primero en la cámara lenta y después en la escena en la que se la pueda utilizar. Y los clisés no tienen que parecer clisés, o al menos nos tenemos que olvidar que lo son (ni hablar de las marcas y publicidades, que aparecen del modo más burdo).

Es indiscutible que la comedia consiste casi exclusivamente en hacer divertir al público, sin importar demasiado la reflexión intelectual, pero eso no quiere decir que haya que caer en el chiste fácil con tal de provocar la risa.

Por último, no se puede dejar de mencionar uno de los problemas principales de Socios por accidente 2: el registro televisivo que tienen incorporado Alfonso y Listorti, que no hace más que transformar la película en un unitario en el que los sketches y gags se dosifican con la intención de que el producto parezca cine, aunque en el fondo siga teniendo la impronta de la televisión.