Premiado como Mejor Largometraje de la Competencia Argentina, Sobre las nubes (María Aparicio) es una propuesta sensible, más tibia que cálida. El joven cocinero de un bar, un ingeniero desempleado, una instrumentadora quirúrgica de modos elegantes (notable siempre Eva Bianco) y una chica que empieza a trabajar en una librería integran este cuadro humano de la ciudad de Córdoba, con una recolectora de basura como nexo entre sus historias. Los problemas que genera el trabajo (Tiempos malos ¿eh? dice alguien en un momento de esta película cuya acción transcurre en 2019), la soledad y los dificultosos vínculos, se expresan con una mezcla de refinamiento y melancolía, planos fijos que registran gestos y lugares de la ciudad, la atención puesta en hábitos cotidianos y el entusiasmo que pueden deparar el teatro, los libros, trucos de magia o un deporte. No hay estridencias (ni siquiera en los bares) y todos se ven demasiado pacíficos y amables, con un ejemplo máximo en el cándido muchacho encarnado por Leandro García Ponzo (hasta una agente de policía da una indicación en la calle casi con temor): esto hace que las gráciles imágenes en blanco y negro se diluyan en cierta blandura. Recuerda, en cierta manera, a algunos trabajos de otros directores cordobeses como Mariano Luque (Salsipuedes) o Santiago Loza (Malambo, el hombre bueno).
La joven cineasta cordobesa de 31 años recién empieza. Sobre las nubes es su segunda película. La primera se tituló Las calles. En ambas películas, el lugar elegido era decisivo para la trama. En Las calles, los pobladores volvían a bautizar las calles de Puerto Pirámides con distintos nombres, sustituyendo el número por nombres, o la matemática por la historia. En Sobre las nubes, todo el relato se circunscribe al centro de la ciudad de Córdoba. Los escenarios elegidos cubren una superficie no muy extensa que todo cordobés puede reconocer, más allá de que el procedimiento formal de la película devuelve una representación enrarecida de una ciudad muy transitada. En las dos películas, además, el sentimiento de comunidad tiñe la evolución narrativa.
Ramiro (Leandro García Ponzo) es cocinero de un bar, Hernán (Pablo Limarzi) es un ingeniero desempleado a cargo de una hija adolescente. Nora (Eva Bianco) es enfermera en un hospital público, pero está fascinada con un taller de teatro; Lucía (Malena León) empieza a trabajar en una librería y a salir con un joven maestro con el que se reencuentra después de mucho tiempo. Y, como una suerte de conexión entre estos cuatro protagonistas, hay una chica a la que en el primer plano del film vemos trabajando como recolectora de basura en la madrugada de la ciudad de Córdoba. Y la Docta (particularmente su zona céntrica) es otro de los personajes centrales de Sobre las nubes, un collage urbano sobre las personas, sus trabajos (o la falta o precarización de ellos) y sus lugares. Uno podría pensar en el cine de Robert Altman o en una película argentina que también se desarrolla sobre fin de año como Felicidades, de Lucho Bender, pero la coralidad del film de Aparicio está desprovista de todo virtuosismo (los personajes apenas se cruzan) y efectismo. Austera y al mismo tiempo cuidada, despojada de toda épica pero con una puesta en escena muy pensada al igual que su look en blanco y negro, Sobre las nubes es un relato melancólico (lluvia, noche y, claro, las nubes del título) en el que la crisis se percibe en el trasfondo. De hecho, Hernán -que busca trabajo y no lo encuentra- podría ser un personaje de Ken Loach, pero Aparicio prescinde de la bajada de línea por un lado y de la idealización por el otro. Durante las dos horas y media de película conviven (casi siempre con armonía) múltiples elementos: desde entrevistas propias de un censo hasta la irrupción de un eclipse que conmueve a la ciudad, pasando por la literatura (citas a Saer y Borges) y el teatro, la dinámica propia de las fiestas de fin de año y la combinación entre intérpretes profesionales (como Bianco) y otros sin experiencia previa en cine para un patchwork que Aparicio maneja con precisón y convicción. Sobre las nubes propone un mirada poética y social, sin alardes ni gritos, sobre las relaciones humanas en una gran urbe que permanece impregnada en la retina y el corazón del espectador mucho después de finalizada la proyección.
Cuatro historias y una ciudad de fondo pueden, en sí mismas, componer una narración más global en la cual el espectador puede empatizar y conectar con todos o con alguno de sus protagonistas. Eso es Sobre las Nubes, película de María Aparicio que se estrena este jueves 16 de marzo en el Cine Gaumont y más tarde en el Cine Club Hugo del Carril en Córdoba. Ganadora de la Competencia Argentina en la última edición del Festival de Mar del Plata, la cinta cuenta las historias de Ramiro (Leandro García Ponzo), quien cocina en un bar; Hernán (Pablo Limarzi), un técnico que no consigue trabajo; Nora (Eva Bianco), enfermera en un hospital; y Lucía (Malena León), empleada en una librería. Seguiremos sus pasos durante todo un año en su búsqueda de trabajo, amor, compañía y conexión. Filmada en blanco y negro, los relatos están tan bien contados y balanceados unos con otros que se logra la cohesión que denota lo que es vivir en una ciudad. Es por eso que los espacios que se utilizan también tienen un protagonismo importante durante las dos horas de cinta. Cada perspectiva se trata con la sensibilidad necesaria para un film de estas características. Cada actuación tiene lo justo para que el espectador se conecte con sus vivencias y empatice con ellos. Y como cada persona es un mundo, esto también permite que la experiencia de la audiencia sea única e irrepetible, lo que la hace aún más interesante. Sobre las Nubes es una historia que habla de todos, de nuestra necesidad de conectar, de estar presentes, de ser alguien, de querer a alguien. En pocas palabras, habla de estar vivos.
Con lo justo, los protagonistas de esta historia nos hablan de lucha y resistencia y, principalmente, de cómo el amor nos salva. María Aparicio registra a sus personajes y situaciones con amor y un detalle que potencian la historia.
El segundo largometraje de la realizadora cordobesa María Aparicio luego de Las calles (2016) abre con la imagen de una joven que limpia la ciudad de Córdoba y quien canta mientras lo hace. Luego, cuando reaparece en otra secuencia, evoca lo que produjo en ella realizar ese trabajo mientras el mundo amanecía y nadie la miraba, “como si no estuviera ahí”. La frase se dice en un contexto que encapsula las temáticas y el tono de Sobre las nubes: en una charla fortuita que entabla con Hernán (Pablo Limarzi), un ingeniero desempleado que había compartido una entrevista laboral con ella. La joven lo recuerda y se disculpa por haber hablado más que él en una jornada que marcaría el destino de ambos. Ese gesto, tan humano, tan sencillo y monumental al mismo tiempo, lo encontramos también en otros vínculos que se suscitan en este largometraje, que obtuvo el premio a la mejor película en la competencia argentina de la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Desde los momentos más simples a los que se aferra Ramiro (Leandro García Ponzo) para abstraerse del destrato en su ámbito laboral, pasando por la búsqueda de Nora (Eva Bianco), una enfermera que halla en clases de teatro un espacio cargado de vigor, y Lucía (Malena León), quien trabaja en una librería y encuentra en las palabras la belleza para motorizar su cotidianidad, Sobre las nubes es un film coral en el que las grandes cosas que les suceden a sus protagonistas están atadas por un hilo invisible. Su directora nunca compromete su visión, se mantiene fiel a una manera poética de capturar esos relatos mínimos donde no hay lugar para el cinismo. De esta forma, a medida que llega un final que, en realidad, es el inicio de otras vivencias, las nubes, la lluvia y una canción se apoderan de la película (filmada en blanco y negro) y la vuelven memorable.
Una ciudad grande y los personajes que la transitan. Los que tejen sueños, esperanzas pero tiene el límite de lo cotidiano, los trabajos y los días. Son los que la reman aunque muchas veces sienten, como dice la canción tan significativa, que tienen una pared como horizonte. En ese recorrido de personajes la talentosa directora María Aparicio se dedica a cinco personajes que tienen en común una esperanza chica pero persistente. El cocinero que está para los desamparados e intenta amistades que mitiguen su soledad. La instrumentista quirúrgica que en las clases de teatro se atreve a jugar. El desempleado cincuentón y su hija adolescente que asiste a entrevistas y tests que no entiende, la nueva empleada de una librería con la esperanza leve de un amor. Y la chica que puede ser barrendera y canta y se empeña aún para un solo espectador. Nada de extraordinario o explosivo, nada sádico o pertubardor. Solo la inteligencia de una realizadora que muestra como el trabajo o el esfuerzo para conseguirlo ocupa casi todo nuestra existencia y solo los sueños y la vida pueden colarse en el mínimo espacio de los descansos. Esas vivencias donde hay lugar para las ternuras cotidianas a pesar de todo, donde se construye desde los detalles y los gestos en perfecto blanco y negro un film entrañable y profundo, pensado escena tras escena , bajo esas nubes que dice Borges son el olvido, pero también el presente del muy buen cine.
HISTORIAS DE VIDA Cuatro personajes que viven en el centro de Córdoba Capital y nunca se cruzan entre sí le servirán a la directora, María Aparicio, para narrar situaciones de sus vidas en la ciudad. La película habla sobre el trabajo, los que lo tienen y los que no. Habla del paso del tiempo, no solo del que trascurre en la película, sino cómo lo están viendo los jóvenes y cómo lo ven los adultos. El afrontar su cotidianeidad, cada uno con sus dificultades. El trabajo de la realizadora es muy sutil, en algunos casos va repitiendo rutinas, como el personaje de Ramiro y su actividad como cocinero de un bar, su vuelta a casa todos los días por la misma calle y una relación que comienza a entablar con un kiosquero. Si bien la película es dramática, sobrevuela el humor en varios pasajes, siendo la historia de Ramiro y la de la mujer que es instrumentista en un quirófano y comienza un taller de teatro para adultos (interpretada por la gran Eva Bianco), las que generan los momentos más divertidos. En Sobre las nubes destaca el personaje de una joven barrendera/música que aparece y desaparece, que en algunos momentos interactúa con los otros personajes; no es un nexo entre las historias, pero su presencia siempre genera momentos interesantes. La escena en que dialoga con el padre de la niña que lleva un globo en la parada de colectivo, tiene una primera parte divertida, luego termina siendo un momento más amargo sobre cómo distintas generaciones enfrentan el desempleo. La de Aparicio es una película coral que funciona porque no solo los cuatro personajes principales son atractivos, cada uno de ellos se mueve en sus micro universos que crean a su vez personajes secundarios interesantes, como el vendedor ambulante, las empleadas de la librería o los otros trabajadores del bar.
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