Sinister

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Terror más clásico que moderno

El personaje de Ethan Hawke se dedica a escribir libros sobre crímenes y se mete de lleno en cada historia hasta que llega a una casa con un espacio y seres siniestros.

No está mal ni tampoco demasiado bien, pero por suerte Sinister confía en contar una historia de terror al estilo clásico. Ellison Oswalt (Ethan Hawke), acompañado de su familia, se dedica a escribir libros sobre crímenes horrendos y, para conocer al detalle cada masacre, se muda a la casa donde se produjeron los asesinatos. El inicio es más que alentador con una breve escena filmada en súper 8 donde se muestra a una familia ahorcada en un árbol detrás de su casa. Pues bien, por allí andará Ellison y su clan (esposa, nenita e hijo que tiene problemas al dormir) con el propósito de conocer mejor el terreno en dónde escribir su próxima novela. La policía del condado lo recibe de mala manera ya que Ellison nunca se llevó demasiado bien con la ley, a la que responsabiliza por cierta inutilidad laboral. La casa es enorme –como suele ocurrir en los films del género– y los pasillos y paredes intimidan –como también sucede con los buenos y malos exponentes del terror–. Pero hay un espacio siniestro: el altillo de la casa, donde Ellison descubre cintas rodadas en súper 8, recortes periodísticos y objetos familiares que, al poco tiempo, tomarán protagonismo en una historia poco original pero atractiva debido al pulso narrativo del director Scott Derrickson (La doble de Audrey Rose), aun dentro de los clisés y lugares comunes que caracterizan al terror de la última década. Por supuesto que una presencia siniestra (fantasma, ánima o lo que sea) tomará la posta en la segunda mitad de la película, la menos interesante y original, aunque las (re)apariciones de chicos asesinados en pasillos y rincones de la casa hacen pegar algún susto y meter un poco de miedo, como suele ocurrir en un film genérico.
Acaso la gran novedad de Sinister es que fusiona la casi agotada moda del film found footage (grabaciones caseras al estilo saga Actividad paranormal y su docena de parientes cercanos) con un estilo clásico no sólo narrativo sino también por la presencia de objetos e imágenes "retro" que, al conjugarse con otras supuestamente "modernas", ubican a la película en una zona ambigua y de sutil seducción. En ese sentido, la trama es un tanto más compleja que varios ejemplos del terror cercano donde con tres o cuatro camaritas de última generación se intenta transmitir cierto miedo que termina siendo gratuito y efímero. Acá el terror se asemeja a los ejemplos genéricos de los '70 y '80 con los rollitos en súper 8 guardados en un cajón del altillo familiar, que emitirán imágenes que parecen salidas de El príncipe de las tinieblas (1986) de John Carpenter o de la más lejana y extraordinaria Pepping Tom (1954) de Michael Powell. Y si a esto se le suman algunos pibes que andan dando vueltas por la casa con las caras arruinadas, ahí sí, agárrense fuerte.