Sin límites

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Una mente brillante

Gracias a una pildorita, Bradley Cooper se transforma en un Einstein. El problema: las pastillitas se acaban.

Evidentemente calculé mal algunas cosas”, masculla en voz alta Eddie Morra. Está con la punta de los zapatos al borde de un alto edificio, mirando hacia abajo. Voltea hacia atrás, e intentan ingresar en su departamento. Hay un cadáver. Es de noche y hay viento.

Mejor no podría comenzar Sin límites , por aquello de generar inquietud en el espectador por saber qué ocurrió tanto como qué ocurrirá. Porque esa escena en el inicio, tampoco es el final. Veamos.

Eddie era un escritor frustrado, al extremo de no haber escrito una sola página para el libro que debe entregar en días. Quebrado y deprimido, lo abandona su novia, y deambula por las callecitas de Nueva York cuando, de la nada, se le cruza un ex cuñado. Vernon no es lo que se dice una luz, pero le ofrece algo como para iluminarlo. Le da una píldora transparente, y le explica: sólo utilizamos el 20% de los receptores en nuestro cerebro, que activan circuitos específicos. La pastillita le da acceso a todo. Pero, qué lástima, no está a la venta, ya que restan algunas pruebas.

¿Cuán peor puede ponerse? Vernon aparece asesinado. Y Eddie se lleva un montón de pildoritas, que lo vuelven un Einstein: gracias a esa droga, cualquier recuerdo que uno cree haber olvidado, aparece como un relámpago en el momento más inesperado... pero más necesario.

La película de Neil Burger ( El ilusionista , la aquí no estrenada Los afortunados , y que hará una remake más oscura de Bonnie and Clyde ) combina el suspenso con el humor, un Bradley Cooper (¿Qué pasó ayer?) eternizado en la pantalla y cuenta con un Robert De Niro en esos papeles episódicos que tanto le gustan: hombre poderoso, aquí empresario, para el que Eddie trabaja como consultor, ya que es capaz de leer patrones de la Bolsa como quien lee los horóscopos de los chicles Bazooka.

Pero como esto es un thriller, las complicaciones no tardarán en llegar, y allí es donde Sin límites , paradójicamente, los tiene. Y no porque la trama no deje volar la imaginación, sino precisamente por eso: si no deseaba convertir el filme en uno de ciencia ficción, mantener los pies sobre la tierra -o al menos uno- lo hubiera beneficiado más.

No importa. Filme escapista, con mafiosos en el medio, bien filmado y ritmo avasallante, entretiene la hora y cuarenta que dura, y hace pensar que si tuviéramos tamaña habilidad como Eddie, tal vez no seríamos más ricos, pero por un rato la pasaríamos bárbaro.