Sin límites

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Eddie Morra (Bradley Cooper) no la está pasando nada bien. Es pobre, vive en una pocilga, sus intentos por convertirse en escritor siguen siendo intentos; Lindy (Abbie Cornish), su novia, lo ayuda como puede... Pero su vida pega un giro fenomenal cuando su ex cuñado aparece de pronto y le regala una píldora experimental conocida como NZT-48. Apenas la consume, Eddie es capaz de exprimir todo su potencial: aumentan su sentido de la observación, su memoria, sus energías, su sex appel. Querrá tomar más, y consigue más, y poco le importa que su dealer aparezca muerto. Escribir libros en pocas horas, aprender idiomas, ganar dinero, conocer amigos poderosos, tener sexo con bellezas 90-60-90, viajar por el mundo, todo se vuelve sencillo para Eddie. Incluso logra interesar al multimillonario Carl Von Loon (Robert De Niro), quien lo ve como una suerte de gallina de los huevos de oro. Pero justo en el Olimpo tan deseado, Eddie comenzará a padecer el costado más negativo y peligroso de la droga. Los efectos secundarios resultan perturbadores, y será acechado por diferentes personajes que también buscan las pastillitas milagrosas.

Sin Límites funciona como un thriller y una fantasía de éxito inmediato e ilimitado, y muestra los aspectos positivos y negativos de un medicamento experimental, desde el punto de vista de Eddie. El espectador sentirá deseos de poder tomar esa droga y convertirse en el mejor, pese a las terribles consecuencias (ojo, si nunca hacer apología de las sustancias prohibidas). El director Neil Burger —quien la pegó con El Ilusionista, protagonizada por Edward Norton y Jessica Biel— lo reafirma en la estética utilizada. Antes de que Eddie se drogue, todo es gris, opaco, tranquilo, carente de vida; pero apenas ingiere la pastilla, predomina el delirio visual, empezando por un aumento en la intensidad de los colores. Un estilo cercano al d Darren Aronofsky, especialmente en Réquiem para un Sueño. Claro que Burger, pese a ser un buen cineasta, todavía está lejos de ese nivel de genialidad.

Algunos recursos del guión quedan sin una solución coherente y bordean lo inverosímil, como el hecho de que la pastilla pueda hacer efecto tan rápido y de manera tan espectacular (los especialistas en temas farmacéuticos sabrán opinar con más propiedad). Y el final es atrevido, pero puede entenderse de distintas maneras. Sin embargo, nunca deja de ser una historia bien contada, y el espectador nunca deja de encariñarse por Eddie.

Además de protagonizar, Bradley Cooper debuta como productor. Aunque reemplazó a último momento a Shia LaBeouf, demuestra que no sólo es atractivo y gracioso como en ¿Qué Pasó Ayer? y su secuela: puede transitar varios géneros, sabe llevar él sólo una película y no le tiembla el pulso actuando junto a Robert De Niro (un De Niro rutinario y poco inspirado, pero que sigue siendo De Niro). La australiana Abbie Cornish está correcta como Lindy. Su físico y talento como actriz dramática y de acción recuerdan a sus compatriotas Nicole Kidman y Naomi Watts, pero en versión sub-30.

Sin Límites es entretenida, clásica y moderna al mismo tiempo... y, hay que admitirlo: lleva a pensar “¡Quiero esa píldora! ¡Aunque sea sólo una!”.