Sin dejar rastros

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

LA LINTERNA MÁGICA

La figura de Quirino Cristiani, considerado el director del primer largometraje de animación de la historia, sirve para ejemplificar varios karmas argentinos: uno de ellos, y que sirve para darle título a este documental de Diego Kartaszewicz (Sin dejar rastro), es la pérdida de la gran mayoría de la producción audiovisual de los orígenes del cine nacional. Pero también, siendo como era Cristiani un satirista de la actualidad política de su tiempo, una demostración de cómo el humor resultó siempre conflictivo para los sectores de poder, llegando a sufrir la censura. En sus películas había burlas a la figura de Hipólito Yrigoyen; por ejemplo, aquel film originario y perdido se llamaba Peludópolis en referencia al presidente radical. Pero Cristiani era también un artista introvertido (aunque se lo considera uno de los precursores del nudismo en el país), que escapaba un poco de la fama (rechazó un ofrecimiento laboral del propio Walt Disney) y terminó recluyéndose en el interior del país. Todos estos elementos son los que incluye el documental, que avanza sobre el relato oral del propio nieto del artista, Héctor Cristiani.

Sin dejar rastro se vale de un elemento clave para el género: el escaso conocimiento que existe en el presente sobre la figura de su protagonista. Desde ahí, construye un relato que logra concitar el interés del espectador acerca de una historia personal apasionante. Por la pantalla pasan referentes de la animación y la investigación cinematográfica como Manuel García Ferré, Giannalberto Bendazzi, Raúl Manrupe, Oscar Vázquez Lucio (Siulnas) y hasta Juan Pablo Zaramella. Cada testimonio aporta datos sobre la trascendencia de Cristiani y alumbra diversas partes de su obra, que tienen que ver tanto con su pericia técnica para lograr animar personajes en tiempos donde las herramientas eran precarias o por su carácter innovador y pionero. El retrato completo aporta una mirada melancólica acerca de un pasado imposible de recuperar (los trabajos del artista se perdieron en sucesivos incendios que sufrieron los estudios donde trabajaba) más allá de las posibilidades que brinda el relato oral de algunas experiencias.

Desde lo formal, Kartaszewicz no aporta demasiadas novedades más allá de recuperar gracias a las nuevas tecnologías las caricaturas de Cristiani y ponerlas en acción. Así como Sin dejar rastro revela la presencia de un artista olvidado, también es cierto que se queda en los límites de su exposición, ganado por un carácter más didáctico e ilustrativo que original o creativo. Estamos ante un documental que tiene como mayor objeto sembrar la semilla del interés sobre el personaje en el que hace foco, dejando libertad al espectador para continuar una historia que se intuye mucho más rica y compleja. Sin dejar rastro es una suerte de linterna mágica que nos alumbra el camino.