Sin City 2: Una mujer para matar o morir

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

El 3D es otra arma más que efectiva en este regreso de la novela gráfica.

El cine en 3D viene siendo mal usado o mal aprovechado y hasta bastardeado, pero el giro que tiene en Sin City: Una mujer para matar o morir lo justifica con creces.

Y no porque la primera adaptación de las novelas gráficas de Frank Miller, que se estrenó en 2005 y en formato convencional, no haya sido efectiva, impecable y original, saltando de los dibujos a la acción en vivo, con montaje abrupto. La novela gráfica o el cómic pueden sacar muchísimo provecho del 3D.

Pese a la reticencia inicial de Miller -autor, también de 300, y codirector con Robert Rodríguez de la primera Sin City y de ésta- los resultados son admirables, en cuanto a la forma.

En cuanto a la trama y el sabor que deja, es muy similar a la anterior.

Personajes dañados, abandonados a su suerte o buscando (y brindando) protección, mucha estética neo noir, mujeres exuberantes, tiroteos increíbles, oscuridad predominante, el ruido seco de los golpes o desmembramientos... Eso es el universo de Sin City, al que regresan algunas caras conocidas y se suman otras nuevas.

Las historias son cuatro, y se entrelazan. Vuelven Nancy (Jessica Alba), la stripper que ya no cuenta con su protector, John Hartigan, el policía que encarnaba Bruce Willis (pero que regresa como una presencia fantasmagórica). Está Marv, el matón solitario con la cara de bestia de Mickey Rourke, que deambula amniótico por las cuatro historias; el personaje que antes tenía un rostro parecido al de Clive Owen, ahora se asemeja al de Josh Brolin, su reemplazante, para proteger -o lo que haga falta- a la seductora Ava (Eva Green), nueva adquisición de femme fatale.

Y Johnny (Joseph Godon-Levitt) tiene unas cuentas pendientes con un político, que deberá resolver más allá de la mesa de juego, donde suele ganar.

Hay mucho para el regocijo. Las acciones saltan del blanco y negro a colores inesperados, un lápiz labial u ojos pueden así resplandecer en contraste.

El espíritu que anida en las siluetas y en las entrañas de los personajes de Sin City está al borde del cinismo -cuando no cae en él-. Hay una cosa que es cierta: la sorpresa que fue la primera es algo difícil de repetir, pero la experiencia de esta Sin City es por momentos de gozo y deleite.