Silencio

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Las tribulaciones de la fe en un film bello y austero

Más de tres décadas tardó Martin Scorsese en concretar uno de sus proyectos más deseados y más complejos de producir: la transposición de la novela homónima de Shûsaku Endô sobre las desventuras de dos jesuitas portugueses en el Japón feudal de 1643.

La religión, la obsesión, la culpa, la vanidad y los dilemas éticos y morales han sido desde siempre cuestiones que Martin Scorsese -de rígida formación católica- abordó en su filmografía, aunque es casi inevitable analizar a Silencio en relación con la controvertida La última tentación de Cristo. Aquí también hay un complejo entramado de luchas de poder, lealtades y traiciones, inquisidores y apóstatas, y -sobre todo- de contradicciones y dudas íntimas: ¿cómo sostener la fe en medio de las atrocidades del mundo real?

Los protagonistas son el padre Rodrigues (Andrew Garfield) y el padre Garupe (Adam Driver), dos jóvenes y entusiastas misionarios que deciden viajar a Japón en busca de su mentor, el padre Ferreira (Liam Neeson), quien aparentemente se ha quedado a vivir allí como un nipón más. Apenas llegan a destino descubrirán que la lucha contra el cristianismo es a sangre y fuego. En principio se esconderán con la ayuda de varios creyentes que practican la religión de forma clandestina, pero no tardará en aparecer el Judas de turno y la represión tendrá una escalada de torturas, crucifixiones y cuerpos quemados en la hoguera.

Si la primera parte tiene algo (no mucho) de cine de aventuras, la segunda y la tercera (la película dura casi tres horas) se concentran más en los debates religiosos, en las vicisitudes, disyuntivas y encrucijadas interiores y exteriores del padre Rodrigues. Es que es el ex Hombre Araña y notable intérprete de la reciente Hasta el último hombre quien carga el peso (en más de un sentido) de la película.

El guión del propio Scorsese y Jay Cocks (La edad de la inocencia, Pandillas de Nueva York) apela a múltiples recursos (como la lectura en off de varias cartas), mientras que el cineasta vuelve a trabajar en el terreno visual con el brillante director de fotografía mexicano Rodrigo Prieto (El lobo de Wall Street) y su habitual colaborador en el diseño de producción como el italiano Dante Ferreti para reconstruir un mundo dominado por la belleza y la crueldad, el lirismo y el odio. Un universo lleno de matices y contrastes que hacen de Silencio -con su narración épica y austera a la vez- una película fascinante.