Sieranevada

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Familia de neuróticos

Y una vez más Cristi Puiu vuelve a entregar una película que sobrepasa holgadamente las dos horas, como viene siendo la constante en su carrera desde que se hiciera conocido en el ámbito internacional con La Noche del Señor Lazarescu (Moartea Domnului Lãzãrescu, 2005), definitivamente su obra maestra y una de las propuestas que ayudaron a poner de manifiesto la vitalidad del cine rumano del nuevo milenio. Si bien Sieranevada (2016) es una creación correcta y en muchos sentidos interesante, asimismo denota que el director y guionista está al mismo nivel cualitativo de su compatriota y colega Radu Muntean y que ambos a su vez se ubican por debajo de los superiores/ más parejos Cristian Mungiu y Corneliu Porumboiu, el primero responsable de 4 Meses, 3 Semanas, 2 Días (4 Luni, 3 Saptamâni si 2 Zile, 2007) y el segundo de Bucarest 12:08 (A Fost Sau n-a Fost?, 2006).

En esta ocasión Puiu ofrece un trabajo que combina elementos vinculados a la intimidad de los opus de reuniones a plena claustrofobia, como La Celebración (Festen, 1998), Un Dios Salvaje (Carnage, 2011) y Agosto (August: Osage County, 2013), e ingredientes y recursos diversos de los films centrados en un solo escenario, en sintonía con La Soga (Rope, 1948), 12 Hombres en Pugna (12 Angry Men, 1957) y ¿Quién le Teme a Virginia Woolf? (Who’s Afraid of Virginia Woolf?, 1966). Ahora la excusa para bombardearnos con más de ese naturalismo lacónico rumano de impronta documental es la conmemoración de la muerte reciente del patriarca de una familia de lo más variopinta y conflictiva, la cual se da cita en un departamento que desde el comienzo se transforma en la sede de una infinidad de discusiones avivadas por la frustración, la paranoia, las mentiras entrecruzadas y la traición.

A lo largo de 173 minutos el convite nos regala una colección de tomas secuencia que apenas si se valen de algún que otro corte esporádico y una puesta minimalista para crear un retrato cassaveteano de un clan destinado a implosionar por cuentas pendientes que involucran a todos los miembros. En este sentido debemos aclarar que -más allá del marco coral de la película y el excelente trabajo del elenco en su conjunto- la historia en buena medida gira alrededor de Lary (Mimi Branescu), hijo mayor del difunto y algo así como el soporte sardónico de la trama en los instantes más álgidos por la simple razón de que se la pasa riendo gracias al trasfondo tragicómico de la mayoría de las situaciones (algunas son divertidas, otras tediosas, unas apasionantes, algunas intrascendentes, otras aguerridas y el resto se mueve en una escala que va desde lo imprevisible hasta lo francamente olvidable).

Contra todo pronóstico, el realizador logra en parte superar el hecho de que al metraje le hubiese venido muy bien perder unos cuantos minutos en la sala de edición y en general consigue que los tiempos muertos, la contemplación y el ritmo aletargado característicos del cine rumano hoy queden relegados frente a un dinamismo narrativo sorprendente si consideramos la duración del film. A pesar de que estamos ante la mejor obra de Puiu desde La Noche del Señor Lazarescu, ya que Sieranevada aventaja por mucho a la fallida Aurora (2010), en el fondo termina demostrando que la promesa detrás de aquella película se desinfló con el tiempo. Aquí el costumbrismo descarnado de siempre deja entrever que los protagonistas son unos neuróticos tremendos, con los hombres a la cabeza actuando como tristes cobardes y las mujeres como unas histéricas con tendencia a victimizarse…