Si fueras yo

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Ser conserva hoy

En el marco de la comedia norteamericana actual, al menos en aquella que podemos denominar mainstream, parece haber dos formas posibles de construcción: por un lado, las que tras cargarse a las instituciones terminan reconfirmando algún tipo de status quo, pero apelando siempre a la disfuncionalidad del modelo tradicional (las mejores comedias de Sandler, las de Will Ferrell y Adam McKay), o las que luego de satirizar y amagar con romper el molde, vuelven al origen, más conservadores que antes. Este año hubo un film fallido como Pase libre, donde los Farrelly no obstante eran conscientes de esas contradicciones y exponían esta dicotomía: la ansiada libertad masculina, castrada por la institucionalidad del matrimonio. Más allá de lo desparejo e incluso de lo poco coherente del final, los Farrelly son tipos demasiado inteligentes como para que ese asunto se les pase de largo, e incluso en Irene, yo y mi otro yo ya habían dado cátedra acerca de cuánto era necesario de incorrección/corrección dentro del individuo como representación simplificada de la sociedad. En este sentido, las comedias de cambio de cuerpo ofrecen un territorio más que evidente para jugar con estas posibilidades: el correcto que por unas horas es el incorrecto, contra el incorrecto que pasa a ser el correcto un tiempo. Si fueras yo es esa clase de película, y una que desaprovecha ramplonamente todas las posibilidades que tiene.

David Dobkin ya había tenido algunos problemas para redondear Los rompebodas, aunque aquel film tenía sus grandes momentos de humor y Owen Wilson junto a Vince Vauhgn estaban afiladísimos. Aquí cuenta con un guión de la dupla de ¿Qué pasó ayer? (Scott Moore y Jon Lucas), más algunos intérpretes probados en el género (Jason Bateman, Leslie Mann) y alguna estrellita en ascenso (Ryan Reynolds), aunque un poco estrellada luego del fracaso de la inocua Linterna verde. El film, entonces, parecería ser la reunión de un grupo de gente piola capaz de sacarnos buenas sonrisas: por un tiempo lo son, o al menos en algunos pasajes lo aparentan, pero en el final hacen uso de aquella Ley de Murphy que dice que todo lo que puede salir mal, saldrá mal invariablemente. Si fueras yo es una comedia poco lúcida sostenida demasiado en lo escatológico, que tiene algunos momentos de humor incorrecto que funcionan muy bien, pero que se cae a pedazos cuando su premisa tiende a la bajada de línea aburrida y sin gracia, fanatizada con la idea de la monogamia, el sexo hablado pero nunca practicado y la familia como centro y epitome de la autosuperación personal.

El problema no es la premisa: Dave (Bateman) es abogado, está al borde de un importante ascenso, vive en una bella casa, está casado y lleva una vida ordenada, más allá de lo que lloran sus dos niños recién nacidos; Mitch (Reynolds) es un actor que no consigue un gran papel, habita un departamento bastante desordenado y es un mujeriego irrecuperable. Un día, orinando en una fuente, ambos aseguran desear la vida del otro. Y se les cumple. Lo único bien que hace la película es no explicar ese asunto fantástico que produce el cambio de identidad, y en eso se parece a las películas originales de este subgénero. Como decíamos, el problema no está en la premisa, utilizada mil veces pero también efectiva como lo demuestra la reciente remake Un viernes de locos, sino en lo que el realizador y sus guionistas hacen con ella. Está claro que el talentoso Bateman y el carilindo Reynolds, hacen lo que pueden.

Si fueras yo aprovecha medianamente los enredos, insinúa una idea desprejuiciada de la vida, tiene algunos momentos de humor algo insano (unos bebés que cometen todo tipo de atrocidades en una cocina, una escena de sexo con una embarazada), pero se torna muy molesta cuando se nota explícitamente la intención de sus autores de que la moralina sea eje. La diversión en Si fueras yo siempre termina por censurarse o auto-amputarse: no es posible que Mitch en el cuerpo de David nunca bese a su esposa en los labios, por más mal que ande ese matrimonio; tampoco que David en el cuerpo de Mitch no aproveche tener sexo con su secretaria, de la que está tremendamente enamorado (o caliente, ya que este es un film que se identifica con esos niveles “sentimentales”). Dobkin, en la mayoría de los casos, recurre a la escatología como forma de humor, y no hay nada malo con eso, salvo que la escatología termine siendo alguna forma de castigo: en Si fueras yo, cuando una mujer caga, caga la situación literalmente. Y lo peor está en esos últimos 15 minutos, donde el film se convierte en un maratón de la corrección política, con musiquita sentimentaloide y todo, lagrimitas y chistes malos. En un año donde tuvimos Damas en guerra, Malas enseñanzas y hasta las desparejas, pero efectivas Loco y estúpido amor, Quiero matar a mi jefe y Una esposa de mentira, Si fueras yo es un ejemplo demasiado flojo de comedia que, por esta vez, podría haber ido directamente al DVD sin ningún inconveniente. E incluso, podría nunca haberse filmado y no hubiera pasada nada.