Scream 4

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Cuando la ironía se muerde la cola

Wes Craven fue uno de los ídolos de mi adolescencia y uno de los "autores" dentro del género fantástico y de terror a rescatar durante mis primeros años de crítico profesional (todavía recuerdo el entusiasmo y la euforia con que reseñé la primera Scream a mediado de los '90).

Pero han pasado 15 años de aquel hito, ya hay pocos directores de la industria que me generen semejante entusiasmo (demasiadas concesiones y decepciones) y, en este sentido, esta cuarta entrega de la saga me provocó sensaciones encontradas, sentimientos contradictorios. Sí, Craven y Kevin Williamson (guionista de todos los films) son más inteligentes que los cultores del terror sádico/pornográfico de Hostel o El juego del miedo y menos oportunistas que los de Actividad paranormal. También es cierto que un plano de Craven tiene más peso que cualquiera de los que puedan ofrecer un Rob Zombie o un Eli Roth, pero... ¿alcanza con eso?

Salí de ver Scream 4 y en primera instancia me quedé con eso: con la inteligencia, la astucia, la ironía (por momentos cínica) de la dupla Craven-Williamson, pero ahora que me pongo a escribir de la película, todo eso se me "desinfla" bastante.

El film tiene tres o cuatro falsos arranques, muchos (demasiados) guiños/bromas cinéfilas sobre el estado de las cosas en el género del terror, el regreso de los tres personajes de siempre (los avejentados Neve Campbell, Courteney Cox y David Arquette) y, finalmente, una larga serie de asesinatos a puro gore.

El juego metacinematográfico -a esta altura- cansa bastante (es como un buen chiste, si lo escuchás varias veces va perdiendo eficacia), la relectura en clave cínica de los códigos adolescentes por parte de unos artistas veteranos como Craven/Williamson puede interesarle (en parte) a cierta generación de treinta y cuarentaypico, pero no a los chicos de hoy.

Así, lo que queda detrás de la hojarasca es demasiado parecido a todo aquello que el dúo criticaba: una sucesión/acumulación de muertes con violencia explícita y una resolución sólo medianamente convincente. Los "autores" cancheros y sobradores del cine de terror se terminan mordiendo la cola y cayendo en las mismas trampas que -desde su innegable talento y astucia- se encargaban de cuestionar. Ya es hora de pasar a otra cosa.