Ruby, la chica de mis sueños

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Lo independiente no se libra del cliché

El nuevo film de los directores de Pequeña Miss Sunshine no logra captar la frescura de aquella historia y se revuelca en los lugares comunes. Atisbos de comedia romántica con dos protagónicos que atrasan varios años.

El cine independiente ha existido desde que el cine es cine, pero en los Estados Unidos, el país con la industria más constante y poderosa del mundo, el concepto del cine independiente no era moneda corriente. Por eso, fueron los estadounidenses los primeros en insistir en este término cuando a mediados de los '80 una fuerte corriente cinematográfica comenzó a hacer la diferencia en aquella cinematografía.
Los nombres han sido y son muchos, algunos extraordinarios, otros no tanto. Pero Ruby, la chica de mis sueños pertenece a una línea muy particular dentro del cine independiente. Más que independiente, podríamos decir que es una película de presupuesto relativamente bajo, con actores famosos pero sin megaestrellas, con una distribución acotada y con el apoyo en la distribución de una compañía mejor. ¿Cómo puede ser que las grandes compañías apoyen al cine independiente? Es que en los '90 el mercado comenzó a descubrir la fuerza de este nuevo cine y el negocio que había en hacer películas no tan caras dándoles a cambio libertad creativa. Algunos directores lo aprovecharon muy bien y encontraron un refugio en esto. Pero el problema es que la fuerte originalidad de aquellas propuestas independientes se ha ido convirtiendo poco a poco en un "género" que, como los grandes géneros del cine industrial, se ha llenado de lugares comunes.
Los directores de Ruby son los directores de otro famoso film independiente, Pequeña Miss Sunshine, pero acá no logran captar la misma frescura. Así que el joven protagonista de Ruby responde a todo nivel a esos clichés remanidos y hoy definitivamente gastados. El protagonista, interpretado por un típico actor indie como Paul Dano y su chica, también obediente a las reglas de esta clase de cine, en su mirada, su forma de actuar, su pelo, etcétera, conforman una pareja que hace 15 años podría haber sido original, pero hoy está tan gastada como una pareja romántica del más comercial de los proyectos.
Los secundarios –por ejemplo padres hippies, otro cliché– no pueden hacer la diferencia y el motor de corte fantástico que da origen a la historia no pasa de ser ingenioso pero efímero. Si han visto cine independiente, no verán nada original en esta película, y si no ven cine independiente tal vez les llame un poco la atención, pero luego se preguntarán por qué no es tan divertida o simpática como las demás comedias románticas.