Ruby, la chica de mis sueños

Crítica de Javier Porta Fouz - HiperCrítico

Pasión indie

Uno puede ver películas sin leer prácticamente nada sobre ellas. A veces está bueno, es recomendable y hasta saludable entrar en el cine con poco conocimiento sobre lo que uno va a ver. Por ejemplo esta semana: Ruby Sparks, listo, título, más o menos un oteo del afiche y los actores, y vamos, adentro de la sala. De acuerdo, “de los directores de Little Miss Sunshine”. Ok, listo, adentro. Pero no, uno vive en la Argentina. Y, joder, el título acá es Ruby, la chica de mis sueños. Y uno, que quería ignorar todo lo posible sobre la película ya sabe algo más, con el bendito título de estreno acá ya sabe que esa Ruby es la chica de los sueños de alguien. Y entonces…

Y entonces, que durante los primeros minutos Ruby no está, pero uno ya sabe que es la chica de los sueños del protagonista. Cada vez más, los trailers cuentan las películas casi completas y, desde hace unos 100 años (hay registros, y comentarios de Horacio Quiroga al respecto) también los títulos locales cuentan demasiado. Dentro de poco reestrenan Casablanca, tengo miedo de que le pongan Reencuentro en Casablanca, en donde hay gente cínica en un bar pero que finalmente es copada y resiste frente a los nazis. Volvamos a Ruby Sparks, sí, del director y la directora de la indie Little Miss Sunshine (bien, esa se llamó acá Pequeña Miss Sunshine), un matrimonio que antes de esa película se dedicaba a hacer videoclips (de R.E.M., de Smashing Pumpkins, de Red Hot Chili Peppers, por ejemplo). Y entre Pequeña Miss Sunshine y Ruby Sparks pasaron seis años, años en los que no hicieron videos.

¿Ruby Sparks es una comedia? Eso dicen en casi todos lados. Veamos: joven escritor con bloqueo creativo y emocional, que tuvo una novela de tremendo éxito y ahora no se le ocurre nada, y anda penando que su novia lo dejó; bueno, el atribulado muchacho empieza a soñar y a escribir sobre una chica. Y la chica se materializa, así, como por arte de la magia de la literatura en máquina de escribir: Ruby Sparks, la del título. Sí, película de y con fantasía. Y también es cierto que comedia, pero… Es una comedia que por momentos maneja un nivel de crueldad emocional importante, el personaje principal (Paul Dano, un actor cuyo rostro nació para el indie, ver For Ellen y/o Gigantic) es vengativo y emocionalmente lisiado (como todos, o un poco más). Pero bueno, se enamora locamente. Hay algo no del todo confiable en ese personaje, así como tampoco es confiable la arquitectura de su casa, como si escondiera algo a pesar del minimalismo que deja ver todo, como si detrás de esas líneas rectas y ese blanco acecharan oscuridades diversas. Los planos, además, dejan entrever cierta pulsión geométrica que hacen pensar en Kubrick. Kubrick + escritor: ¡El resplandor!; no, está tan loco este muchacho, no llega a esos niveles. Ruby Sparks, si maneja una locura, es la romántica, la de la búsqueda de la pareja anhelada, la de la mujer ideal. Y ahí es donde reside lo más interesante de la película, cuando abandona la pose cool indie de las parejitas que andan juntas para ver qué cool que son (Gigantic, por ejemplo, era linda pero, como siempre, tenía a la linda –o a la ex linda, a juzgar por algunas fotos con el rostro intervenido– Zooey Deschanel en su sempiterna pose indie, ojos indies, ropas indies, excentricidad indie). Acá, por momentos, hay un bienvenido romanticismo arrebatado, inflamado, romanticismo melodramático, fuerte, apasionado, como el momento de la recién conformada pareja en la calle, ante la irrupción de una hipotética tercera en discordia. Allí, en los chispazos de intensidad, en los crueles y en los bonitos, hay nuevas posibilidades para el romanticismo indie: al final, había sangre en estos chicos lánguidos.