Rompecorazones

Crítica de Mex Faliero - CineramaPlus+

Rompecorazones navega plácida y convencionalmente por los territorios más o menos previsibles de la comedia romántica. En el mapa de la comedia francesa mainstream reciente es un producto ameno y divertido que se sigue con interés.

Romain Duris es Alex Lippi, un especialista en seducir mujeres sin la intención de llevarlas a la cama y contratado por algún conocido de la dama en cuestión: el objetivo es hacerlas recapacitar hasta que deciden abandonar a sus parejas. Alex trabaja de manera bastante particular, junto a su hermana y su cuñado forman una especie de team símil Misión: imposible realmente absurdo si tenemos en cuenta la tecnología que movilizan para lo mínimo del plan. Rompecorazones, de Pascal Chaumeil, los encuentra a las puertas de una misión bastante compleja: el galán debe hacer recapacitar a Juliette (Vanessa Paradis), la hija de un multimillonario, que está a pocos días de casarse con un muy amable y apuesto inglés, que es todo corrección y buenos modales, aunque un poco acartonado. Si bien Rompecorazones navega plácida y convencionalmente por los territorios más o menos previsibles de la comedia romántica con algo de film de suspenso, hay que reconocer que en el mapa de la comedia francesa mainstream reciente es un producto ameno y divertido que se sigue con interés.

En primera instancia esto es así porque el director combina muy sabiamente la comedia con el misterio en la concreción o no del plan. Desde lo narrativo, Rompecorazones es casi un film de acción: hay un prólogo ágil -aunque un poco canchero-, donde vemos cómo actúa este equipo, aunque obviamente las cosas estarán viradas hacia el lado de la comedia. Y luego de ese arranque, se nos mete sí en lo que será el caso principal. Chaumeil y los guionistas Laurent Zeitoun, Jeremy Doner y Yoann Gromb trabajan sobre la fórmula de dos productos que se han convertido en un género en sí mismos: por un lado las películas de James Bond, con su lujo y su gran estilo de vida; y por el otro, como dijimos, Misión: imposible con su reconstrucción minuciosa del procedimiento. Lo interesante aquí es que nada se explica demasiado y que todo resulta total y saludablemente arbitrario. No hay motivos para creer que la hermana y el cuñado de Alex pueden desempeñar diferentes tareas en el hotel donde se hospedan sin que nadie lo note. Y sin embargo sucede y lo creemos, porque aceptamos lo lúdico de la propuesta.

Y si Rompecorazones no logra ser más que un producto simpático con dos o tres escenas sumamente divertidas y (¡gracias comedia americana!) un par de referencias pop (George Michael, Dirty dancing) que funcionan, no es porque al fin de cuentas estemos ante una comedia romántica y ya sepamos cómo van a terminar Alex y Juliette, sino porque el director y los guionistas no encuentran la forma de recurrir a estos clichés con el mismo sentido del humor con el que se habían burlado de todo lo anterior. Sobre el final Rompecorazones se toma demasiado en serio a sí misma, le incorpora un conflicto tonto a su protagonista (¡como si con el amor no alcanzara!) y la película se alarga bastante. Eso sí, afortunadamente hay tanta química entre Duris y Paradis que les creemos todo lo que les pasa y deseamos que terminen juntos, y a su vez se logra que la distancia irónica del comienzo se disipe. Su amor real fue construido a partir de la mentira, que es la mentira de la puesta en escena y la del cine. Hay algo interesante dando vueltas por Rompecorazones, pero la película prefiere ser ese ligero entretenimiento que es.