Rio

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Eficaz entretenimiento hollywoodense que sirve como inmejorable plataforma de lanzamiento de la ciudad carioca de cara al Mundial y los Juegos Olímpicos

Las dos productoras que realizaron la exitosa saga de La Era de Hielo (Twentieth Century Fox Animation y Blue Sky Studios) regresan ahora con una propuesta prácticamente opuesta: si bien es cierto que en el centro de la historia otra vez hay animales (aves en este caso), han cambiado las gélidas aventuras prehistóricas por unos enredos ambientados en la cálida y muy actual ciudad de Río de Janeiro.

Con dirección del brasileño Carlos Saldanha (también responsable de La Era de Hielo ), la película se centra en las andanzas de Blu, un guacamayo azul que nunca aprendió a volar y que disfruta de una tranquila existencia como mascota de Linda, joven y simpática dueña de una librería de un perdido pueblo de Minesota. Hasta allí llega Tulio, un ornitólogo carioca tan bienintencionado como torpe, que trata de convencerlos de que viajen con él hasta Río de Janeiro para que Blu conozca allí a Jewel -la última hembra que queda- y evitar así que la especie se extinga.

Ya en su nuevo destino (en realidad Blu es originario de la zona), todos serán víctimas de unos traficantes de animales exóticos, mientras la ciudad se conmueve por su famoso carnaval. Los bellos exteriores de Río, debidamente aprovechados con la tecnología 3D; los colores de los desfiles de las escolas do samba, y el ritmo trepidante de una narración que apuesta casi siempre por el humor físico alcanzan a sostener una propuesta que, al menos en el terreno del guión, no tiene nada demasiado novedoso para ofrecer en su mixtura entre persecuciones callejeras y pinceladas de comedia romántica.

Como siempre, irán apareciendo con el correr del relato simpáticos personajes secundarios que sirven de comic-relief, se propone un permanente despliegue musical (ritmos brasileños con arreglos más propios del pop) y se esbozan algunas moralejas sobre el respeto y cuidado de los animales.

Si bien hay un par de escenas ambientadas en las tristemente célebres favelas, nada resulta demasiado inquietante. En definitiva, si hay alguien favorecido con la película (además de los productores, que embolsarán decenas de millones de dólares) es la propia ciudad de Río, que se prepara para ser anfitriona del Mundial de 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016, y que aquí encuentra una verdadera publicidad institucional dentro de un eficaz producto de entretenimiento con el sello de Hollywood.