Resident Evil 5: La venganza

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

El videojuego como intersección

Quinta entrega de una saga de ciencia ficción distópica basada en un videojuego, protagonizada por la ucrania Milla Jovovich, hoy en día esposa del director de tres de las cinco Resident Evil y productor de todas: el inglés Paul W.S. Anderson. Y no, la película no está mal. Como pasa con mucho cine que exige cierto entrenamiento o predisposición, no es recomendable entrar a Resident Evil 5 sin el más mínimo interés o con total desconocimiento. No hay que obviar que para determinadas películas se necesita una formación, y no sólo para las de vanguardia (otro día, en todo caso, discutimos qué es la vanguardia en el cine actual). Así como es difícil acercarse a una película de Fassbinder sin saber que existió la Segunda Guerra Mundial y sin conocer la historia alemana, también es difícil acercarse a Resident Evil 5 sin haber jugado -o visto jugar- jamás a un videojuego, o con completa carencia de paladar para disfrutar de la acción futurista presentada de forma fragmentaria, con secuencias intercambiables, que están en el relato no tanto por su gran aporte argumental sino más bien por cuestiones de diseño de movimiento, por puro placer estético y cinético.

Historia de resistencia a la más grande megacorporación global que maneja armas biológicas con resultados catastróficos (zombificación masiva, entre otras calamidades), lo que resalta de esta Resident Evil no es la originalidad argumental (de hecho, esta entrega tiene mucho de resumen) sino la organización, la nitidez, el juego con los espacios y el color: un verdadero catálogo de peleas, malos y monstruos, situaciones que van más allá de la lógica de la pantalla del videojuego, pero que no reniegan de ella.

Anderson (el director de Mortal Kombat, Soldier y Los tres mosqueteros , entre otras) es un narrador que no aspira a construir un cine de constantes temáticas ni aparece preocupado por el poder simbólico de las imágenes: impone una secuencia de acción seductora tras otra, trabaja la espectacularidad no barullera (la acción, en Resident Evil 5 , se entiende) y el movimiento proclive a consumirse al interior de cada secuencia: sin consecuencias ni derrames en la próxima, cada pantalla (muchas de simulación) es una nueva promesa de movimiento y plasticidad.

En esta película, el centro es Milla Jovovich, magnética, de mirada fría, pero con gran corazón y decisión implacable: su heroica Alice es uno de los grandes hitos de la intersección del cine y los videojuegos. Su marido sigue siendo un modesto enigma del cine actual: tal vez empujado por el creciente prestigio artístico de su casi homónimo estadounidense Paul Thomas Anderson, Paul W.S. se ha dedicado a un cine de género al que él mismo parece frenar, contener, ahogar: por momentos, Resident Evil 5 apunta a la grandeza (la secuencia de zombies romeriana en el suburbio combina la claridad de todo el relato con velocidad, efectismo bien aplicado y gran economía espacial), pero enseguida Anderson nos recuerda enseguida que no es tan ambicioso, y así su película se ve limitada por la falta de una organización narrativa mayor, por lo plano de los personajes, por un reparto no demasiado brillante más allá de la protagonista y la siempre badass Michelle Rodríguez. Anderson oscila entre las grandes promesas y lo que parece ser una medianía autoimpuesta, y se conforma con entregar una película de ciencia ficción distópica de una saga que va por la quinta entrega y todavía tiene algo de energía y potencia visual. Nada más. Y nada menos.