Refugiado

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Ya dije en muchas oportunidades que “Tan de repente”, la ópera prima de Diego Lerman, me parece de las mejores producciones locales de un debutante en los últimos años. La idea, en aquel film, era la de una fuga, un escape hacia adelante sin saber porqué, impulsado por la curiosidad y los latidos de un corazón que busca un ritmo diferente, propio y de ruptura.
Aquí, en “Refugiado” (que ya viene precedida de un gran recorrido festivalero), Lerman también habla de una salida. Una huída desesperada, donde no hay tiempo para nada más que para asegurar la supervivencia propia y la del ser amado. Una película que tiene todo el encuadre formal y “correcto” de lo que según los manuales tiene lugar en los casos de violencia doméstica, pero a la vez, exuda humanidad y dolor en partes iguales.
Laura (Julieta Díaz) es una mujer que sufre violencia de género. Está casada y su hijo Matías (Sebastián Molinari) es su sol, la alegría de sus días. Es el ser que ayuda a soportar su complicada vida marital. Ellos atraviesan sus días, con un hombre violento. Un marido y un padre que emite dobles mensajes todo el tiempo, puede ser una persona dulce y pacífica, o puede ser el que golpea y lastima sin piedad.
Luego de un incidente donde Laura aparece en su departamento golpeada y es llevada por la policía a un refugio junto a su hijo, la documentación del hecho la asustará y llevará a plantearse el no realizar la denuncia judicial ,escapando de quienes intentan ayudarla: la policía y la asistencia social.
Esta mamá, temerosa aunque decidida, dejará la protección del Estado y se lanzará a las calles con sus escasísimos recursos para tratar de proteger su vida, lejos del hombre con el que convive.
“Refugiado” es una película honesta y directa. Julieta Díaz compone el mejor papel de su carrera y transmite todas las emociones con simpleza y potencia, generando gran química con Sebastián Molinari, absolutamente encantador. El guión recorre lo esperable, con gran sensibilidad, sin caer en golpes bajos.
Lo destacado es que Lerman no renuncia a su visión a pesar del tema que aborda, sus personajes desbordan de matices y logra evitar el discurso moral a pesar de lo riesgoso de la situación presentada, ubicando a sus protagonistas bien cerca del afecto, para poder acompañarlos en su viaje sin dobles discursos.
Una película necesaria y que logra predisponer al debate, en un registro cuidado y sensible. De lo mejor de este año en la producción local.