Refugiado

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

La violencia está en nosotros

Refugiado describe la historia de Laura (Díaz), una mujer que se ve forzada a huir de su hogar en un decadente monoblock de Lugano con Matías (Sebastián Molinaro), su hijo de siete años, tras recibir una nueva golpiza por parte de su marido, quien la acusa de que el bebé que ella lleva en su panza no es suyo.

El film -que por momentos apela a una vertiginosa cámara en mano en la línea del cine de los hermanos Dardenne, siguiendo siempre de cerca el constante deambular de los dos protagonistas- resulta un conmovedor registro sobre el miedo (el terror) que genera el abuso físico y moral, pero lo hace sin caer jamás en golpes bajos ni excesos explícitos.

El director de Tan de repente (2002), Mientras tanto (2006) y La mirada invisible (2010) ratifica no sólo su notable capacidad de narrador (hay sólo unos pocos baches promediando el film, sobre todo cuando madre e hijo van a una isla del Tigre) sino también la austeridad, el rigor, el pudor, el recato y al mismo tiempo la potencia y la convicción con que encara un tema (la violencia de género) que, en otras manos, podría haber caído en una mera denuncia escandalizada y políticamente correcta sobre el machismo y el lugar de la mujer como víctima en vastos sectores de la sociedad.

Lerman, por suerte, va mucho más allá, mostrando en profundidad y en todas sus dimensiones la problemática (cómo deben ir cambiando de esos refugios a los que alude el título ante la persecución del victimario), pero también los pequeños (y no tan pequeños) rasgos de solidaridad que van surgiendo y van recibiendo durante el tortuoso derrotero.

Con las impecables actuaciones de los dos protagonistas (una actriz consagrada que ratifica aquí su versatilidad y el asombroso despliegue del pequeño Molinaro, cuyo punto de vista es esencial para el desarrollo del relato, ya que está presente en casi todas las tomas), Refugiado se convierte en una thriller psicológico (hay una buena construcción del suspenso y la tensión) tan inteligente como necesario, que excede por mucho el ya de por sí valioso marco de la concientización.

Que un director de renombre y una estrella como Díaz se hayan arriesgado con un proyecto de semejante audacia y -sobre todo- que el resultado sea tan valioso es un hito para el cine de autor con factura industrial en la Argentina. Ojalá el público no lo rechace por temor a enfrentarse con la dureza de su tema y le dé una oportunidad. Se la merece con el mayor de los entusiasmos.