Reflejos siniestros

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Los deseos y sus consecuencias

Sinceramente si nos manejamos con lo poco que se estrena en nuestro sur las conclusiones no serían muy positivas que digamos en materia del cine ruso de terror, juzgando el pobre nivel de films como La Novia (Nevesta, 2017), La Sirena (Rusalka: Ozero Myortvykh, 2018) y la presente Reflejos Siniestros aka Queen of Spades: Through the Looking Glass (Pikovaya Dama: Zazerkalye, 2019), aparente secuela conceptual de Queen of Spades: The Dark Rite (Pikovaya Dama: Chyornyy Obryad, 2015), no obstante todo debe ser juzgado en su justa medida y en realidad estamos ante representantes del mainstream autóctono de la inmensa nación de Europa y Asia, uno que está estrechamente vinculado a Hollywood en lo que atañe a producción y distribución de películas y de allí se deduce el insoportable fetiche con los estereotipos más rancios y lelos del rubro de los fantasmas vengadores y aledaños.

Ahora la historia se centra en un par de niños, el pequeño varón Artyom (Daniil Izotov) y la adolescente Olya (Angelina Strechina), que quedan huérfanos luego de un accidente automovilístico, en el que muere su bella madre (Violetta Davydovskaya), provocado por una pelea entre los purretes que a su vez se debe tanto a la diferencia de edad como al hecho de que ambos son producto de diferentes parejas de la mujer. La tragedia deriva en la reclusión de los chicos en un internado, donde entran en contacto con un grupo de alumnos con los cuales una noche descubren un antiguo espejo en el que supuestamente reside la infame Reina de Espadas o Condesa Obolenskaya (Claudia Boczar), una mujer que ofreció en sacrificio a numerosos mocosos ante Mefistófeles con el objetivo de que le devuelva a su hijo fallecido, Nikolai, lo que desde ya desencadenó una violentísima respuesta popular.

Los pupilos invocan a la Reina de Espadas diciendo tres veces su nombre frente al cristal y luego cada uno pide un deseo, planteo que los condena a tener que pagar con su alma en otra de esas ironías del destino que a veces tienen mucho de justicia poética. Dejando de lado los jump scares y la catarata de clichés en función de la esperable muerte sistemática de los adolescentes, la obra propone una mezcolanza de referencias que abarca opus como La Residencia (1969), Suspiria (1977), Candyman (1992), Wishmaster (1997), Destino Final (Final Destination, 2000), Into the Mirror (Geoul Sokeuro, 2003) y su remake yanqui Espejos Siniestros (Mirrors, 2008); siempre paseándonos por el slasher sobrenatural, el J-Horror más perezoso, los pactos de índole fáustica y hasta cierto aire muy desaprovechado cercano a La Pata de Mono (The Monkey’s Paw, 1902), el célebre cuento de W.W. Jacobs.

El director y la guionista de turno, los debutantes Aleksandr Domogarov y Maria Ogneva, jamás se salen del molde formal/ temático establecido por las películas de Svyatoslav Podgaevskiy, léase La Novia, La Sirena y Queen of Spades: The Dark Rite, lo que implica que tenemos algunos detalles del ideario y/ o el folklore ruso y una andanada de lugares comunes del género, para colmo ejecutados con muy poca imaginación. Como sucedía con las propuestas previas, el film no llega al nivel de desastre total porque las actuaciones del elenco en general son buenas y hay que reconocer que las últimas epopeyas similares de Hollywood han sido sustancialmente peores, indicando que los engranajes elegidos para contar la historia son de lo más remanidos aunque el contexto cultural aporta -a veces de manera involuntaria- un marco exótico que consigue mantener el interés del espectador…