REC 4: Apocalipsis

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

Monos enjaulados en aguas profundas.

La gran calidad del terror español, y especialmente la habilidad de los catalanes en este género para construir relatos escalofriantes e ingeniosos, es parte de la recuperación de una tradición cuyos mejores exponentes fueron Narciso Ibáñez Menta con actor y su hijo Narciso Ibáñez Serrador como director, a través del extraordinario ciclo televisivo Historias para no Dormir.

Heredera de ese linaje, Rec 4, la última obra de Jaume Balagueró, es la continuación de la segunda parte de Rec (2007). Después de la extraordinaria Mientras Duermes (2011), el director y guionista vuelve a Barcelona, al rústico edificio en cuarentena infestado de seres rabiosos, para intentar contener el brote que se desató en la primera parte y que reveló sus secretos en el caos de la segunda.

Tras la contención del brote, la conductora de televisión Ángela Vidal (Manuela Velasco), única sobreviviente del virus que convierte a las personas en zombies, despierta en un barco carguero español en alta mar en una especie de clínica clandestina donde unos científicos buscan un antídoto para el virus.

Mientras que en las primeras dos entregas Balagueró unió fuerzas con Paco Plaza, las dos películas siguientes quedaron a cargo de ambos por separado. Plaza escribió y dirigió la tercera parte junto a Luiso Berdejo (coguionista de la primera entrega también) y David Gallart, dejándole a Balagueró el final de la saga junto a Manu Díez (coguionista de la segunda parte). A pesar, o debido a las fallas de la tercera parte, Balagueró decidió volver a los orígenes del terror zombie: a la experimentación indiscriminada, a la falta de ética y moral de los científicos y a los guiños cinematográficos al género, para convertir el último viaje del Capitán Ortega y su tripulación en una pesadilla con una estética claustrofóbica y una construcción de personajes similares a las de las dos primeras partes. Si bien faltan sorpresas, la cuarta parte de Rec logra colocarse como una digna secuela de la saga a través de un humor cínico, grandes labores actorales, un sólido guión, grandes escenas y efectos visuales y sonoros muy bien logrados.

Con esta entrega final, Balagueró confirma su talento como artesano del terror y cierra la saga fuera del edificio con un regreso a las fuentes del terror español para dejar en claro que esta tradición es mucho más que una moda. De esta forma, Balagueró logra transformar los temores de la sociedad encerrándolos y mezclando distintos factores para poner lo escalofriante al servicio de una historia atrapante y de gran calidad estética y técnica.