Ready Player One: Comienza el juego

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Con Ready Player One ya son dos las películas de Steven Spielberg estrenadas en los cines argentinos en apenas un par de meses. Si en la primera ( The Post: Los oscuros secretos del Pentágono) se remontaba al pasado para rescatar al periodismo de investigación en la era artesanal, aquí viaja a un futuro distópico para ofrecer una vertiginosa y fascinante incursión en la realidad virtual. Ya sea dentro del terreno más político o en el más puro entretenimiento masivo, nunca dejan de aflorar su inteligencia y la categoría de brillante narrador que lo han convertido en una marca y una garantía.

Esta transposición de la celebrada novela de Ernest Cline propone un doble juego: ir hacia el futuro con una mirada anticipatoria sobre las posibilidades y las consecuencias de la tecnología como forma de escapismo y como adicción, y volver a la década del 80 con una interminable acumulación de citas cinematográficas, musicales y del universo de los videojuegos (algunas obvias, otras no tanto) que cinéfilos, melómanos y gamers cuarentones y cincuentones irán descubriendo entre sonrisas y ataques nostálgicos (es toda una incógnita saber cómo reaccionarán los más jóvenes).

La acción comienza en un pueblo de Ohio en 2045. En medio de una crisis terminal por la escasez de combustibles y el aumento de la polución, el planeta se ha convertido en un basural, pero a nadie parece importarle demasiado ya que todos pasan buena parte de su tiempo en Oasis, un universo virtual en el que cada uno tiene su avatar y participa de aventuras llenas de acción, emoción y peligros.

El protagonista del film es Wade Watts (Tye Sheridan), un adolescente huérfano que -como forma de huir de su penoso presente- se dedicará a seguir las pistas que ha dejado antes de morir James Halliday (Mark Rylance), el multimillonario creador de Oasis. Quien descifre los enigmas y obtenga las tres llaves en disputa se quedará con las acciones de su todopoderosa compañía. Se trata, por lo tanto, de una larga (por momentos demasiado) carrera contra el tiempo en la que también se requiere capacidad de investigación, ingenio y conocimientos varios. Por supuesto habrá compañeros de rutas, un personaje femenino poderoso (la Art3mis de Olivia Cooke) y malvados como Nolan (Ben Mendelsohn) y el monstruoso i-R0 (voz de T. J. Miller).

Spielberg logra transmitir en varios pasajes la sensación inmersiva propia de la realidad virtual para que el espectador sea partícipe de esta suerte de carrera de obstáculos matizada por guiños y referencias ochentistas. Como dice el subtítulo en la Argentina: Comienza el juego.