Rara

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Si hace unos meses atrás el cine chileno demostraba cierta madurez con películas como “Naomi Campbel” o “La visita” (que curiosamente comparte productora con esta cinta), que intentaban profundizar sobre las nuevas realidades y corporeidades emergentes en relación con la sexualidad, y que cada vez más son inevitables para poder comprenderlas, con “Rara” (Chile, 2016) de Pepa San Martín, el logrado trabajo sobre la idea de familia como disparador y la incipiente liberación de ciertos prejuicios en torno a ella, son los puntos más importantes de una propuesta simple y a la vez compleja.
Y para obstaculizar aún más la propuesta, San Martín aborda el amor entre mujeres, desde la particular perspectiva de dos niñas, quienes acosadas por el contexto, confunden la propia mirada que tienen, natural, y para las que el amor de su madre y su pareja, son tan solo la circunstancia con la que les ha tocado vivir desde hace tiempo, sin poder evitarlo.
Si Sara y Cata, las dos niñas protagonistas, ven como el entorno comienza a cuestionarles someramente sobre el por qué de algunas decisiones personales, y no sobre el porqué de su madre y su pareja, es porque “Rara” es una película madura, que a partir de un sólido guión y una narración limpia, simple y sin vueltas, se presenta como la posibilidad de poder contar una historia sin otro sentido más que el que se presenta en pantalla.
A partir de ese sentido, es que todo el universo que San Martín imaginó para sus personajes, cobra más fuerza, y en cada escena en la que se lo presenta y configura, nada está puesto azarosamente.
Será por eso que a partir que la “rara” del título, comience a cuestionar algunas decisiones que son mucho más que la disparadoras del filme, y en las que la nueva familia, conformada por las dos mujeres que la están criando no la pueden contener.
En “Rara” se pueden jugar roles que hace tiempo se “esperan” como normales, y se tergiversan de manera premeditada estructuras para que, a medida que la niña avanza y comienza a adolecer y a intentar configurar su propia identidad sexual, rodeada de amigos que en realidad ni conoce, alejada de cualquier presunción que debería poseer por el núcleo en el que vive, comienza a cuestionar todo.
Y cuando comienza a cuestionar, sin darse cuenta, comienza a destruir aquello que su madre y su pareja pudieron conquistar, la posibilidad de criarla a ella y su hermana, alejada de cualquier mirada inquisidora del resto de la sociedad.
San Martín bucea en esa niña, más que en la familia, porque por primera vez el cine devuelve una construcción sólida sobre dos mujeres que se aman, tan fuerte que es inevitable el contraste con cualquier otra pareja que el filme presente.
Porque en la narración sin prejuicios ni estereotipos de “Rara” es también como se puede hablar un poco de la madurez con la que la directora logra, no sólo a partir de las interpretaciones, sino, desde el guión y la narración, fortalecer una mirada necesaria para evitar seguir con prejuicios sobre la temática.
“Rara” es una película honesta y madura, que abre un camino necesario para seguir comprendiendo diferentes formas de amar y de crecer, sin miedo ni autocensuras.