Rams: la historia de dos hermanos y ocho ovejas

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - Tiempo de Pochoclos

Hay una intimidad en la rutina de Gummi (Sigurður Sigurjónsson) que convierte a este granjero en una pieza fundamental para sentir la dinámica de vida de este pueblo islandés. Tomemos por ejemplo el momento donde Gummi se corta las uñas en el baño o los baños de tina que se da. Hay una tranquilidad en estos instantes que evocan sencillez. Cuando nos cortamos las uñas, nos deslastramos de los excesos corporales, de parte del crecimiento continuo de nuestro cuerpo. En este sencillo gesto, que me recuerda a la escena de El poder de la moda (Moorehouse, 2015) donde también ocurre un corte de uñas, puede esconderse el desprendimiento que termina por ocurrir en la película, seleccionada para competir en los Óscares de este año. Me refiero a un desprendimiento de los conflictos que rodeaban a Gummi, el desprendimiento de una lucha fútil que parecía ser importante.

En este sentido, las ovejas son sólo una excusa para ahondar en la rutina de estos personajes. La competencia de las ovejas es un disparador que moviliza a los hermanos hacia la pérdida. Todo el filme se reelabora a partir de esta lucha por conservar las ovejas, pero más allá de esto, son palpables las diferencias entre los diversos granjeros del pueblo y de quienes controlan el cuidado de las ovejas. Parece una lucha mínima que se maximiza a medida que transcurre la historia.

Las actuaciones de los actores principales y de los actores de reparto son valiosas, pero es Sigurjónsson quien destaca. Emprende una búsqueda hacia esta rutina íntima de Gummi, hacia las trampas que el hombre hace en la vida para hacerse valer, hacia estos pequeños triunfos cotidianos que terminan por entramparnos a nosotros mismos.

La música de Atli Örvarsson y la fotografía de Kristján Loðmfjorðresaltan esta rutina con tonos de un blanco opresivo y planos evocadores como el del desayuno en la cocina con el fondo de verdosas líneas triangulares. Es una opresión que acompaña a Gummi como el blanco de la nieve, en el caso del invierno, devora la vida del campo. Por su lado, la música del órgano resuena como una inquietud por descubrir qué ocurrirá más adelante, en qué terminará este recorrido por la ruta de estos granjeros.