Rampage: Devastación

Crítica de Leonardo M. D’Espósito - Revista Noticias

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Hay que reconocerle al cine de gran espectáculo del Hollywood reciente haber coloreado la digna tradición de la Clase B fantástica -especialmente la de los años cincuenta- con los adornos de la alta tecnología. Porque las películas de superhéroes, de monstruos o de aventuras actuales no son otra cosa más que la extensión teratológica de los seriales, los westerns de bajo presupuesto y las invasiones de mantis gigantes creadas por el hongo nuclear. Aquellas películas influyeron también en el videojuego, y uno llamado Rampage -donde el jugador manejaba un monstruo y sumaba puntos destrozando edificios y comiendo gente- era un chiste sobre aquellas cosas. Pues bien, hoy transformaron ese juego-que-se-reía-del-cine en una película-que-se-ríe-del-juego-que-se-reía-del-cine. Y, cosa curiosa, funciona. La historia -hay un especialista en monos cuyo mejor amigo, un gorila, por un maldito experimento genético, es transformado en bestia rompe todo y encima hay otras bestias rompe todo gigantes y feas- parece lo de menos, solo un bastidor para el show del rompan todo que la dupla Dwayne Johnson (actor)-Brad Peyton (director) conocen bien y cocinaron perfecto en Terremoto-La falla de San Andrés. Es que saben que, si no hay carisma en protagonista y en el mono amigo, es decir, si no nos importa alguien (y si no se toma todo con humor, de paso), estos artefactos ruidosos no tienen sentido. Y resulta que mono y forzudo nos caen simpáticos y nos importan. Como en el buen cine clase B, solo que mucho más caro.