Ralph: el demoledor

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

El camino del héroe

La emoción de pasar de nivel, de descubrir el truco para conseguir esa vida extra, ese premio que hacía que el juego durara un poco más. Hasta que se terminaba y volvía a empezar cada vez que la moneda pasaba por la ranura y el mundo del videojuego se encendía de nuevo para nosotros. Mucho de ese entusiasmo ya perdido, previo al avance y la explosión de las consolas de videojuegos personales, de la inocencia y la repetición de las historias de las maquinitas, regresa ahora gracias a Ralph, el demoledor, el nuevo film de Disney. Con una combinación de nostalgia, personajes perfectamente escritos y una animación tan colorida como funcional a la historia que está contando, este film le debe mucho al universo de Pixar y especialmente a Toy Story, pero sin dejar de tener identidad propia. En este caso, en lugar de contar la vida secreta de los juguetes se trata de espiar qué sucede cuando los viejos juegos manejados a joystick y botoncitos se apagan hasta el día siguiente. Allí está el Ralph del título, un gigantón de manos extra large que usa para hacer su trabajo: la destrucción del edificio que el héroe del juego reparará diligentemente. Es decir, Ralph es el villano del relato, pero no por intención, sino por profesión. Pero harto de ser el "malo" y luego de una poco útil sesión de terapia grupal con algunos de sus colegas de famosos "fichines" como el fantasmita del Pac-Man o Zangief de Street Fighter , el protagonista decide rebelarse. Una opción que no forma parte de la programada vida de los personajes detrás de la pantalla. Así, Ralph abandonará su mundo ochentoso para intentar convertirse en héroe en otros horizontes más actuales. Su recorrido lo llevará hacia un mundo postapocalíptico, donde se unirá a la tropa de la sargento Calhoun, un gran personaje de acción que además aportará mucha de la comedia que el film administra con delicadeza.

Ralph, el demoledor logra sortear el riesgo de exagerar los momentos nostálgicos y consigue que el humor sea un genuino recurso narrativo y no sólo -como suele ocurrir en muchos films infantiles- un guiño para los padres.

La mayor deuda que tiene el film con la trilogía de Toy Story reside en la creación de sus personajes. Gracias a que John Lasseter, mandamás de Pixar y ahora también de los estudios de animación de Disney, pensó en Woody y Buzz Lightyear y los transformó en criaturas sensibles pero nunca sensibleras, ahora el director Rich Moore pudo dotar a Ralph y sus amigos de un espíritu similar. Cada personaje del film tiene su momento para brillar, pero en su colorido y a veces frenético desarrollo lo que más se destaca es la relación entre el protagonista y la pequeña Vanellope. Niña rebelde y paria en su propio juego, la nena buscará también ser la heroína de su partida, un camino que la conduce a ser uno de los más modernos, fuertes y entretenidos personajes femeninos del cine de los últimos tiempos. Un enorme valor agregado para un género que suele presentar a las princesas como única alternativa para que las chicas sean protagonistas.