Quiero matar a mi jefe

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

Humor aséptico con sabor a Jennifer

Y aquí tenemos una nueva comedia mainstream que la va de “hardcore” pero que resulta tan infantil, mediocre y estéril como casi cualquier otra del subgénero producida durante el último lustro: Virgen a los 40 (The 40 Year Old Virgin, 2005) y ¿Qué Pasó Ayer? (The Hangover, 2009), por nombrar dos ejemplos, eran bodrios exploitation de los films de los hermanos Bobby y Peter Farrelly que a su vez eran una versión zarpada de las obras de Jim Abrahams y los hermanos Jerry y David Zucker quienes a su vez se habían inspirado en los primeros y extraordinarios trabajos de Woody Allen y Mel Brooks… y así hasta el infinito.

El ciclo del “eterno refrito” de por sí no tiene nada de malo porque nadie crea en el vacío sino más bien dentro de una tradición que necesita ser aggiornada para mantener su vigencia, el problema surge por la merma de calidad en lo que respecta a la estructura de la historia, el desarrollo de personajes y los leitmotivs cómicos. La pauperización viene de la mano de la típica mojigatería de la industria aunque hoy disfrazada de una “efusividad” entre sexual y escatológica: mientras que los protagonistas de estas bazofias se la pasan hablando de genitales, en pantalla la anatomía está ausente por ese conservadurismo bobo.

Basta con chequear Quiero Matar a mi Jefe (Horrible Bosses, 2011) para percatarse de las contradicciones de un cine que por ser aséptico traiciona el mismo espíritu de la comedia, siempre cercano a lo revulsivo y socialmente movilizador: llena de insultos, caricaturas y escenas inconducentes, la trama no es capaz de “vender” a estos payasos ni articular un mínimo hilo narrativo que sustente el devenir general o por lo menos justifique la colección de huevadas aisladas, todo por supuesto con referencias a Pacto Siniestro (Strangers on a Train, 1951) y su correlato Tira a Mamá del Tren (Throw Momma from the Train, 1987).

A decir verdad lo único rescatable es la labor del elenco, no tanto la de los “héroes” (Jason Bateman, Charlie Day y Jason Sudeikis) sino la de los “villanos” (Kevin Spacey, Jennifer Aniston y Colin Farrell). Lamentablemente su participación es bastante escueta, circunstancia que se vuelve más lastimosa aún si señalamos la existencia de un cameo de Donald Sutherland al comienzo. El director Seth Gordon, responsable de la anodina Navidad sin los Suegros (Four Christmases, 2008), no sabe cómo explicar el “odio” de los empleados hacia sus patrones y mucho menos cómo construir una auténtica comedia negra.

Ya está un poco quemado el tópico favorito de esta raza de humor pedorro, léase “grupito de burgueses idiotas que se divierten gritando groserías cada cinco segundos reloj”. La aproximación al sexo es extremadamente pueril debido a que estamos ante una película torpe, cobarde y paradójica que incluye por ejemplo una secuencia sobre “lluvia dorada” y nunca va más allá de insinuar la desnudez de una Aniston ninfómana: en el Hollywood masturbatorio actual -ese que pretende infantilizar al público para reducirlo al nivel de ganado preso de compulsiones- se puede hablar de tetas y culos pero no mostrarlos…