¿Quién mató a los Puppets?

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

AL OTRO LADO DEL ARCOIRIS

Si Los muppets nos han enseñado, aún con su dosis de ironía amable y sin desconocer la maldad circundante, sobre las bondades de la integración y donde las buenas acciones llevan necesariamente a un mundo positivo, ¿Quién mató a los puppets? surge como una continuación en sordina de ese universo, donde la integración ha sido un cuento y en el que los amables títeres de paño sobreviven como pueden en barrios marginales y discriminados del resto de la sociedad. Si todo esto puede parecer demasiado cínico, no lo es porque su director, Brian Henson, no es más que el hijo del gran Jim Henson, creador de Los muppets, y su amor por estas criaturas no es algo que esté en duda. ¿Quién mató a los puppets? es una comedia negrísima, llena de puteadas y escatología, una pieza freak y en apariencia imposible en este cine industrial donde todo tiene que estar prediseñado y basado en la experiencia de un público cautivo.

¿Quién mató a los puppets? es también un film noir, como en su momento lo fue ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, otra obra maestra de lo anormal, también construida sobre el revés de un universo luminoso, pero que fue mejor recibida en una época donde la fantasía se permitía la oscuridad (estos chicos post septiembre 2001 no quieren saber nada con la muerte). La película de Brian Henson arranca con la voz en off de Phil, el puppet protagonista, un detective privado que en la senda de sus grandes colegas de la literatura negra atraviesa una etapa de plena decadencia. Su mirada sobre el mundo que lo rodea es oscura, tanto como lo es la propia experiencia de los otros puppets que habitan una Los Angeles absolutamente desangelada: están los que siguen empecinados con cantar y bailar, aunque los humanos los golpeen hasta arrancarles los ojos. Como todo buen noir, nuestro protagonista terminará involucrado ingenuamente en una trama que lo superará y donde el sexo y las drogas aparecen como válvulas de escape al vacío existencial, pero también como moneda de cambio entre los personajes.

¿Quién mató a los puppets? construye su trabajo de contraste entre la alegría y la pesadumbre a partir de The happytime gang, un viejo programa televisivo de los 80’s que en la ficción del film fue emblema en su época al hacer explícita la integración entre humanos y puppets, y que hace recordar un poco al viejo ciclo creado por Jim Henson. Es el asesinato de sus ex protagonistas lo que pondrá a Phil en el camino de la investigación y a la película la hará ingresar en otra vertiente del policial como es la buddy movie, con la inclusión de Melissa McCarthy (brillante, como siempre, y sumándose lúdicamente al juego en su versión más bardera) como una agente que no se lleva del todo bien con el detective privado. Lo notable de la película es que no sólo se recuesta en múltiples códigos genéricos a la vez que ironiza con la posibilidad de ver a títeres en situaciones absolutamente escatológicas, sino que sabe construir una trama policial con su debido misterio y contiene grandes momentos de comedia: una larga eyaculación de Phil es una obra maestra del timing cómico y la incomodidad; también lo que hacen McCarthy y Maya Rudolph, una dupla que recupera la locura de las viejas parejas del cine cómico.

Con los materiales a mano, Brian Henson se podría haber visto tentado de hacer virar su historia hacia lugares más placenteros, pero no lo hace. Y fiel a los códigos del noir el mundo seguirá siendo, cuando termine la historia, un lugar invivible, más allá del módico éxito de sus protagonistas. ¿Quién mató a los puppets? nunca se traiciona, es consecuente con lo que quiere contar y se anima a ir mucho más allá de lo que muchas películas supuestamente provocadoras van. El grado de locura y de incorrección política de la película, que hace convivir los universos de John Watters y los hermanos Farrelly, es no sólo un concepto qua hace girar la comedia por caminos imprevisibles, sino también la forma de mirar el mundo desde un lugar oblicuo, diferente y poco agradable para la mirada conservadora. Si lo muppets nos mostraban la bondad del mundo sin abandonar la tristeza de lo que en verdad nunca será, ¿Quién mató a los puppets? es un escupitajo ácido al ojo de la moral y la ética bienpensante. Nos lleva de la mano al otro lado del arcoíris y nos suelta la mano para perdernos en las calles de una insania descomunal.