¿Qué voy a hacer con mi marido?

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Mucho más que una comedia

Esta película parece una cosa, pero es otra. En la superficie aparenta ser una comedia de Nancy Meyers al modo de Alguien tiene que ceder o Enamorándome de mi ex con la que ¿Qué voy a hacer con mi marido? comparte protagonista y unos títulos traducidos con la sutileza de un hachazo. Pero, por suerte, hay mucho más que superficie en este film de David Frankel, responsable de Marley y yo y El diablo viste a la moda, película en la que consiguió una de las mejores actuaciones de Meryl Streep de los últimos años. Que no es decir poco. Y, con un personaje en las antípodas de aquella Miranda Priestley (temible editora en control de su destino), aquí el dúo Frankel-Streep lo hace de nuevo.

Gracias a un inteligente manejo de la fotografía y el ritmo de planos, a la actriz le alcanza con un suspiro y unas miradas en las que sus ojos se llenan de dolor, tristeza, frustración y resignación para contar la historia de un amor que sigue existiendo, pero despojado de todo menos un parco compañerismo. Kay y Arnold (Tommy Lee Jones) están casados hace 31 años y sus hijos ya no viven en la casa que ellos comparten como si fueran colegas, amables cohabitantes que se cruzan a la hora del desayuno y la cena, pero duermen en cuartos separados hace tiempo. Decidida a cambiar las cosas, Kay intentará seducir a su marido sin éxito y, al borde de la desesperación, se cruzará con el libro y el tratamiento intensivo de un terapeuta experto en arreglar estos entuertos.

Hacia allá marchará el matrimonio por insistencia de la mujer y con el marido protestando por todo, desde el precio del hotel, la comida y, sobre todo, las sesiones de terapia. Será precisamente en esos pasajes con Steve Carell -inusualmente contenido- interpretando al analista donde la película mostrará su esencia.

Allí, entre la resistencia inicial de Arnold y la entrega de Kay se irán descubriendo temas pendientes y una falta de comunicación que excede -sin minimizar-, la falta de actividad sexual de la pareja que ya no sabe, no se acuerda, cómo estar junta. Y que tal vez nunca lo supo. Una posibilidad que el guión de Vanessa Taylor plantea con honestidad, humor y algo de seriedad también. El resultado es un relato sobre la madurez y los vínculos desgastados que, gracias al trabajo de su director, actores y escritora, es mucho más de lo que aparenta.