Que sea ley

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

HABLARLE SOLO AL QUE PIENSA IGUAL

Si ya el título del film indicaba no solo un posicionamiento sino también un recorte, el punto de partida de Que sea ley lo confirma por completo: el relato arranca cuando el proyecto de ley de legalización del aborto se aprueba en la Cámara de Diputados y se apresta a pasar por la Cámara de Senadores para tener fuerza de ley. No deja de ser llamativo cómo el documental de Juan Solanas obvia casi por completo que antes “pasaron cosas”, como dijo el Presidente que ya en la apertura de las Sesiones Ordinarias del Congreso de la Nación había dado el impulso inicial (y fundamental) para que se tratara la iniciativa, a pesar de estar en contra.

Esa elección para construir la historia (y la Historia) puede ser válida –al fin y al cabo, es una mirada como cualquier otra- pero es indicadora de silencios y omisiones muy sugestivos. Borrar de un plumazo a Mauricio Macri sería como hacer un documental sobre la ley de matrimonio igualitario y no tener en cuenta el rol que jugó Cristina Fernández durante su presidencia. Es, de mínima, un tanto torpe. Y eso anticipa lo que viene después: una película que se dedica a avalar y celebrar todo lo afirmado por los sectores encolumnados dentro de la posición del “pañuelo verde”, casi sin matices. No hay atisbos de autocrítica o de interrogantes sobre las causas de la derrota del proyecto de ley en el Senado. En cuanto a los representantes de los pañuelos celestes (opuestos a la iniciativa), no se les dedica más de cinco minutos (dentro de una película que dura más de ochenta), y con un nivel de desprecio en el montaje y/o la puesta en escena bastante grande.

Ese mirarse constantemente al ombligo, sin hacerse preguntas incómodas y sin interpelar al que piensa distinto –o directamente despreciándolo- termina incluso obturando las potencialidades que asoman en el film. Hay de hecho unos cuantos testimonios desde el terreno, de gente que pasó por experiencias traumáticas o que tiene pleno conocimiento de ellas –exponiendo el marco de desigualdad que acarrean y sus nefastas consecuencias- que podrían ser interesantes y hasta conmovedoras, pero que son presentadas casi como en un listado enumerativo, sin un hilo narrativo y estético que los haga fluir adecuadamente. Del mismo modo, hay una situación alrededor de la toma del Comité Nacional por parte de la Juventud Radical (ya que la mayoría de los senadores de ese partido iba a votar en contra de la legalización del aborto) que pedía a gritos indagar en las contradicciones e internas partidarias, pero la película apenas si la menciona a las apuradas.

Todo el metraje de Que sea ley está atravesado por una urgencia superficial y hasta banal, donde no hay debate o ambigüedad posibles. Es un film hecho a las apuradas, casi como un mero compromiso y que interpela solo a los que comparten su opinión. Llamativamente, su tono auto-celebratorio termina siendo un indicador de una de las dificultades que afronta una iniciativa totalmente necesaria como es la legalización del aborto: cuando solo se habla con los convencidos, se hace cuesta arriba argumentar para informar al que no sabe o convencer al que piensa distinto.