Que extraño llamarse Federico

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

Tentativas voluptuosas.

El último film de Ettore Scola, Qué Extraño Llamarse Federico (Che Strano Chiamarsi Federico, 2013) es un homenaje a su amigo y colega Federico Fellini a veinte años de su fallecimiento. Aquí Scola (Un Día muy Particular, 1977, La Noche de Varennes, 1982, La Familia, 1987) saca a relucir su calidez cinematográfica una vez más y decide centrarse en la nostalgia y la emotividad de su relación con Fellini para ofrecer una visión intima y personal no solo de su amigo y del genial director sino de su mundo voluptuoso y extraordinario, poniendo especial énfasis en sus comienzos como dibujante y guionista satírico en el diario de humor Marco Aurelio, donde se conocieron y trabajaron juntos.

De forma tímida, Scola busca recuperar esa vida como festividad que Fellini construía en todas sus películas rompiendo a un nivel conceptual y narrativo con la razón instrumental y la ética protestante para construir una crítica del mundo contemporáneo a partir de la idiosincrasia de la Italia de posguerra. En esta sociedad dividida y confundida que emergía del sueño roto (¿o pesadilla?) de la unidad fascista buscando renacer una vez más de las cenizas, los intelectuales italianos examinaron las costumbres de las metrópolis para encontrar la inspiración que necesitaban para comprender y transformar culturalmente la sociedad en la que vivían.

Recordando algunos inolvidables paseos en auto, castings para algunas de sus películas más galardonadas y la amistad que los unió, Scola traza de forma frugal y realista una visión lejana sobre un cine barroco, pleno de fantasía y sensualidad, que desapareció bajo la lógica de la oferta de cuerpos operados y manipulados quirúrgicamente para el consumo.

Qué Extraño Llamarse Federico busca mezclar ambos mundos desde un panegírico marcado por el paso de los años y la distancia que solo el cine puede recuperar con imágenes de archivo y ficciones de encuentros fraternales entre amigos. El propósito de Scola de resucitar el espíritu cáustico y epicúreo de Fellini en el cine contemporáneo es una utopía que parece aún más lejana que sus recuerdos sobre el director de La Strada (1954) y Amarcord (1973), debido a la falta de visión de las productoras y en muchos casos de la carencia de ideas, sensibilidad y valentía de algunos guionistas y directores actuales. Recuperar a Fellini es ver a través de otra lente para ofrecer otra visión de este mundo que el sentido común instrumental liberal capitalista pretende unidimensional.

El cine de Fellini aún sobrevive como una espina cultural en la historia del cine y como un ejemplo de una forma de encarar la vida como celebración. Es en este sentido que el concepto de fiesta como fuente de creación y creatividad a partir de la voluptuosidad erótica que desarrolló Fellini en muchas de sus obras demuestra que su cine sigue escapando de la muerte y del olvido como sugiere Scola.