Que extraño llamarse Federico

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Recordando al maestro

Luego de los documentales Intervista (1989), del mismo director, y Fellini: soy un gran mentiroso (2002) parecía difícil decir algo nuevo sobre el creador de La dolce vita y Amarcord. Pero su octogenario amigo Ettore Scola reparó en algunos segmentos de la vida del maestro, mezclando escenas de archivo con reconstrucciones de época, entrevistas y secuencias de películas. El resultado no llega a ser extraordinario, ya que el homenaje ofrece un corto vuelo en varios momentos, pero sí, en cada una de sus imágenes se hace hincapie en una mirada desde la nostalgia, zona frecuente en el cine italiano de los últimos años. Scola reconstruye durante la media hora inicial una parte de la vida de Fellini no demasiado conocida: su trabajo como dibujante en una revista cuando el fascismo estaba a un paso de participar en la Segunda Guerra. Allí la recreación de época narra la amistad del joven Fellini con el adolescente Scola, momentos en que éste cuenta su propia vida cuando era niño y los motivos de la admiración al maestro. Luego, entre material de archivo y escenas de sus clásicos (Casanova; Amarcord; La Strada; 8 1/2), el documental entrega un par de momentos originales. Por un lado, los paseos en auto de Scola y Fellini por las calles de Roma donde ambos conocen a personajes típicamente italianos. Por el otro, el casting de Casanova, donde fueron dejados de lado aquellos imborrables divos (Gassman, Tognazzi, Sordi), olvidado el gran Mastroianni y elegido el canadiense Donald Sutherland para el complejo rol. En esos instantes, matizados con chistes e ironías, reflexiones de Fellini sobre la vida y la escena donde él trabajara como actor en Nos habíamos amado tanto (1974) de Scola, la película aclara sus intenciones: lejos de tratarse de un gran film, pero también a años luz del bronce y de la emoción fácil, se está frente a una obra nostálgica sobre un creador (lamentablente) hoy olvidado. Eso sí, los fanáticos de Fellini, a veinte años de su muerte, preparen los pañuelos para moquear durante los últimos diez minutos de este sentido homenaje de un director a otro.