Profesor Lazhar

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Educar y otros interrogantes

El origen de este filme es un monólogo teatral de Évelyne de la Chaneliére, que el cineasta canadiense Philippe Falardeau ambientó en una escuela primaria de Montreal en invierno, con el agregado de un grupo de escolares de entre once y doce años.
La historia comienza con un episodio trágico: el suicidio --fuera de campo-- de una maestra en su lugar de trabajo. Una de las variantes argumentales es la observación de los efectos de ese hecho sobre la comunidad educativa, en especial de los alumnos que la tuvieron como docente.
El refugiado argelino Bashir Lazhar toma conocimiento de la vacante y ofrece a la dirección de la escuela sus servicios. Afirma tener diecinueve años de experiencia docente y mucho tiempo. Luego se verá que su curriculum vitae no se ajusta exactamente a su versión.
Bashir Lazhar se presenta a sus alumnos como un docente afable pero exigente. Les clara que Lazhar significa "suerte" y Bashir, "portador de buenas noticias". Y se manifiesta dispuesto a sacudir las certezas morales de la directora y quebrar los tabúes relacionados con la muerte, el duelo y el sentimiento de culpa.
A través de las acciones desplegadas por Lazhar, el director también coloca sobre el tapete los preceptos neoliberales que separan la educación --reservada al fuero familiar-- de la enseñanza que se imparte en la escuela.
Un pragmatismo que, además, excluye castigos y cualquier expresión de afecto del maestro hacia sus educandos, lo que lleva al profesor de gimnasia a manifestar que "manejamos a los alumnos como si fueran material radiactivo".
Lazhar también pretende utilizar a los clásicos de la literatura francesa (La Fontaine, Balzac) en convivencia con los textos posmodernistas impuestos por el sistema educativo. Y uno de los interrogantes más álgidos que plantea es si el suicidio de la maestra constituye un extraño acto de violencia ejercido sobre quienes fueron sus alumnos.
Pero paralelamente a esas cuestiones, Falardeau desarrolla el drama personal de Lazhar en su condición de refugiado político que en cualquier momento puede ser deportado a su país de origen, de donde huyó luego que su esposa publicara un libro en el que criticó la política de reconciliación nacional promovida por el gobierno.
Falardeau trabajó con tecnología digital, excluyó la iluminación artificial y obtuvo de sus pequeños actores una enorme espontaneidad expresiva.
Pero el mayor mérito, además de la impecable puesta en escena realizada por el director, corresponde al actor Mahomed Fellag, el "profesor" del título, quien registra un amplio curriculum actoral.
El personaje y la película se suman a experiencias similares realizadas en otras excelentes propuestas por Laurent Cantet en Entre muros, Bertrand Tavernier en Todo comienza hoy y Nicolas Philibert en Ser y tener.