Preciosa

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Diario de una sobreviviente

En la apertura hay una cita de Ken Keyes: “Todo en el universo es un regalo”. No es precisamente un buen inicio para una película sobre múltiples abusos sexuales (y simbólicos), postergación racial (y de clase), un bebé con síndrome de Down, una madre portadora de VIH y una protagonista afroamericana que supera los 120 kilos y que en su fantasía se percibe rubia y de unos 50 kilos. En esta contradicción estructural, Preciosa despliega sus virtudes y sus horrores. Es un filme tan espantoso como querible, tan adulterado como auténtico.

Todo transcurre en Harlem, en 1987. La voz en off de la protagonista nos advierte su padecimiento y sus deseos (fragmentos de algunos pasajes de su diario íntimo). “Quiero ser normal”, nos dice, mientras asiste a una escuela pública. La obesidad no es el problema de Clareece Precious Jones, quien prefiere ser llamada por su segundo nombre. Es su soledad infinita y el maltrato sistemático de quienes la rodean su obstáculo esencial. Su primera hija y la criatura que lleva en su vientre son vástagos de su padre. Su madre no solamente ha sido cómplice y testigo, sino que, además de tener celos de su hija y vivir indirectamente de ella (y del servicio social), es capaz de lanzarle una sartén o tirarle un televisor por la cabeza.

Precious sostiene un deseo: aprender a leer y luego estudiar. No quiere ser como su madre, a quien percibe “como una ballena enfrente de su televisor”. Su llegada circunstancial a una escuela alternativa y la ayuda de una profesora serán los elementos de reconstrucción de una vida signada por la desgracia sistemática.

Lo mejor del filme es su intento de impugnar una cierta descripción de la pobreza. Así, Preciosa apuesta a la resiliencia y propone un modelo de cooperación mínima entre individuos, a veces con el apoyo de ciertas agencias sociales, aunque su filosofía social es precisa: todo pasa por el individuo. Pero hay muchas más Precious en Harlem sin la misma suerte de la protagonista, que aquí justifica discretamente con su ejemplo la retórica liberal, tan norteamericana y hollywoodense, de la redención individual. El último plano del filme sintetiza un sistema de valores y una ideología específica.