Posesión infernal

Crítica de Diego Batlle - La Nación

El joven director uruguayo Fede Álvarez concreta con esta película el "sueño del pibe". Tras un cortometraje de cinco minutos y 300 dólares de costo, Ataque de pánico! , subido a YouTube en 2009 y visto por más de siete millones de personas, Sam Raimi lo convocó para filmar la remake de The Evil Dead , su clásico de culto de 1981.

Con Raimi ahora como productor y con un guión firmado por él y su colaborador Rodo Sayagues (se sabe que la cotizada Diablo Cody participó en el proyecto, pero no figura en los créditos), Álvarez consigue una ópera prima satisfactoria en todos los terrenos, ya que funciona como "homenaje" al film original (está plagada de guiños y referencias que los fans sabrán captar), pero también como un exponente del cine de terror sádico que las nuevas generaciones -aquellas que jamás vieron la trilogía inicial de Raimi- podrán disfrutar (y sufrir, claro) en toda su dimensión.

Con algunas innovaciones, licencias y cambios (sobre todo en la primera mitad) respecto de la película de Raimi, Posesión infernal mantiene el esquema de cinco jóvenes en una cabaña en medio del bosque sometidos a las fuerzas diabólicas que ellos mismos "despiertan" sin saberlo a partir de conjuros e invocaciones que figuran en las páginas del Libro de los Muertos.

Hay una chica adicta a las drogas duras (Jane Levy), que intenta zafar de sus efectos, pero pronto se convertirá en una amenaza a-lo-Linda Blair en El exorcista . Y también aparecen su hermano David (Shiloh Fernandez), un muchacho que ha estado demasiado ausente y, por lo tanto, dominado por la culpa, y tres personajes más (Jessica Lucas, Lou Taylor Pucci y Elizabeth Blackmore) que los acompañan en el viaje.

La violencia (que arranca con cuchillos, sigue con disparos de clavos y termina con escopetas, sierras eléctricas y explosiones) es extrema y Álvarez la convierte en un festival gore con desmembramientos y abundantes explosiones de vísceras, sangre y otros fluidos. Lo hace con una infrecuente solvencia tanto en la puesta en escena (la película está muy bien filmada) como con una sabia y criteriosa utilización de los efectos visuales. No será una película revolucionaria -no lo pretende y se sabe deudora de un clásico y de las fórmulas básicas del género-, pero entretiene y asusta. Misión cumplida, entonces, para este uruguayo treintañero que sale más que airosos de su debut en las grandes ligas hollywoodenses.