Pompeya

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

El cine de gangsters supo —y sabe— darnos alegrías. Sólo en Hollywood podemos encontrar toneladas de clásicos y figuras icónicas delante y detrás de cámara: James Cagney, Martin Scorsese, Robert De Niro, Quentin Tarantino... Francia tuvo a Alain Delon y Jean-Paul Belmondo. Inglaterra también incursiona en el subgénero; basta con mencionar a Guy Ritchie como referente. John Woo hizo lo propio en China y marca tendencia aún hoy.

Exponentes hay en distintas partes del mundo. Incluso en la Argentina, donde ya de por sí el Policial tuvo su lugar desde las épocas doradas. Así lo demuestra Pompeya.

Ambientada en el barrio de Capital Federal que le da título, cuenta las andanzas de Dylan (José Luciano González), antihéroe del submundo que comienza a trabajar para un mafioso ruso. Cuando los rusos y los coreanos empiezan a tener conflictos, será Dylan quien deba pagar los platos rotos. Junto a sus seres queridos, deberá sortear ataques y sobrevivir en un vecindario al borde de un Apocalipsis de tiros y sangre... Pero desde el principio sabemos que todo eso es la creación de tres guionistas de diferentes edades y status. Se reúnen, tiran ideas y conceptos y personajes y giros... pero la relación entre ellos será tan tensa como la de Dylan y su entorno, y llegará un momento en que realidad y ficción se confundirán peligrosamente.

En su debut como directora solista, Tamae Garateguy le pone mucha garra a la hora de filmar una película cruda, roñosa, hiperviolenta, sexual, con un pulso narrativo a la altura de los mejores policiales. Ayuda el uso de cámara en mano y contraluz, lo que genera una sensación de peligro, nerviosismo e inmediatez. Este enfoque de la acción no choca con la imaginería digna de comics, literatura pulp y otros films que barajan los guionistas de la historia (se nota en los nombres y los apodos de los personajes).

Además, como ya hizo en UPA: Una Película Argentina —que co-dirigió con Santiago Giralt y Camila Toker—, Garateguy recurre a la sátira del quehacer cinematográfico. En este caso, mostrándonos las miserias y los egos de los guionistas. Al mismo tiempo, plantea un metalenguaje en el que creaciones y creadores se fusionan en un mismo universo de engaños y muerte. La manera en que estos dos tipos de realidades se juntan es algo extraña al principio, pero luego todo cierra y le da una personalidad propia al resultado final.

A la manera de los films estadounidenses de los ’70 (otra influencia notoria), el elenco no está compuesto por estrellas sino por actores que le dan autenticidad a las escenas. Dylan es encarnado por José Luciano González, muy metido en el rol. También se destaca Chang Sung Kim —conocido por sus papeles en televisión, como el exitoso programa Graduados—, que interpreta a Ming, el temible jefe de la mafia coreana. En cuanto a la femme fatale de turno, Sharon, le pone el cuerpo Jazmín Rodríguez, otrora notera de TV devenida en bomba sexual.

Pompeya es un ejemplo de cine nacional de género con una estructura arriesgada, de la que sale muy bien parado. Un logro importante y poco común el de Tamae Garateguy, debido a que todavía no abundan las cineastas mujeres que se ocupen de esta clase de películas, y menos en este país (el caso paradigmático sigue siendo el de la gran Kathryn Bigelow, responsable de Punto Límite y Vivir al Límite, entre otras). Ahora prepara Mujer Lobo, otro policial con sexo y violencia. Sin dudas, una cineasta a la que le sobran ovarios.