Polvareda

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Los westerns urbanos constituyen un subgénero en sí mismo, al punto de que surgieron referentes de la talla de John Carpenter, Walter Hill y Michael Mann. Pero también es posible encontrar más buenos ejemplos fuera de los Estados Unidos, basta con recordar la estupenda Un Oso Rojo, de Israel Adrián Caetano. Polvareda sigue esa línea, siempre con una impronta muy suya.

Tras robar una importante financiera, cuatro ladrones llegan al poblado de Polvareda. Allí deberán esperar los documentos y papeles necesarios para cruzar la frontera y ser libres de una vez por todas. Pero, como suele pasar, nada será tan simple: dos de los criminales son originarios de esas calles, por lo que deberán lidiar con cuestiones del pasado. Cuestiones no muy agradables, que podrían estropear los planes del cuarteto. La tensión se hará abrumadora.

La ópera prima de Juan Schmidt funciona como una de vaqueros pero en la actualidad, con hombres duros enfrentándose a situaciones límite, aunque conservando códigos como los de antes. También es posible rastrear influencias del cine de mafiosos asiáticos, principalmente Exiliados, de Johnnie To: los personajes y muchas de sus vivencias, al igual que el tono (a veces calmo, a veces explosivo), son similares a los de aquel enorme film encabezado por Anthony Wong.

La película no está basada en la acción (algo hay, en determinado momento, pero con fines dramáticos), sino que se centra en la intimidad del grupo, donde los momentos de monotonía incluyen pasos de comedia y partidos de fútbol, los que permiten empatizar con el cuarteto; lejos de ser criminales sin alma, se trata de personas con anhelos, con preocupaciones, con demonios internos. Dentro del destacado elenco se lucen Eduardo Cutuli, en el rol de El Mudo, y Horacio Camandulle Luna, protagonista de Gigante, de Adrián Bíniez.

Otro de los aciertos es la locación. Carlos Keen fue elegido para representar a Polvareda, un paraje muy diferente de la ciudad, ya que posee sus propias rutinas, sus propias oscuridades, y además encaja perfectamente con las intenciones de capturar la esencia de los films de Oeste. Casi sin estridencias, y con acento en las actuaciones y en el guión, Polvareda llega para demostrar que, como Un Oso Rojo hace unos años, se pueden hacer grandes westerns modernos y criollos.