Policía, adjetivo

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

EL SER DE LA BUROCRACIA

Una de las grandes películas de la década se estrena en nuestro país; un prodigio formal y conceptual, en síntesis: una obra maestra.

Desde su estreno en Cannes en mayo de 2009, en donde se llevó el premio especial del jurado, el segundo filme de Corneliu Porumbiou (Bucarest 12:08) es, junto con La noche del señor Lazarescu, una de las obras maestras de llamado Nuevo Cine Rumano. No hay duda que en la tierra de Drácula los cineastas saben filmar.

Narrativamente minimalista y filosóficamente maximalista, Policía, adjetivo se estructura a propósito de una larga tarea de espionaje y dos interludios (uno mejor que el otro) en donde la densidad humorística y política del film aparece en todo su esplendor.

Cristi es policía. Investiga (y persigue a la distancia) a un joven que puede estar ligado a una red de narcotráfico. Cada tanto escribe un informe, que suele verse en un primer plano, lo que permite entender cómo el oficial arriba a sus conclusiones de la pesquisa: detener al sospechoso es un error. Su reporte jurídico posee un fundamento político, que se revela casi al final del film y será malditamente deconstruido por su superior.

Porumbiou elige planos extensos y fijos, su cámara se mueve solamente cuando la acción lo precisa y, en su versión idiosincrásica de cinéma vérité, la película carece de música y subrayados.

Policía, adjetivo alcanza su maestría en un pasaje extenso y preciso, con algunos cambios de encuadre, aunque siempre sin movimiento, en donde Cristi, un compañero y el jefe del departamento de policía discuten el significado de la palabra ‘conciencia’. Como si se tratara de un diálogo platónico, sin por esto subscribir a la filosofía del griego, el jefe refuta las objeciones de Cristi, quien, auxiliado por un diccionario, entiende cómo las leyes cambian con el tiempo y cómo lo que hoy está prohibido mañana será permitido. ¿Es Cristi un relativista? ¿Es su superior un sofista?

Por las definiciones circulares del libro, un manipulado Cristi redefinirá su postura, y nosotros, los espectadores, entendemos en pocos minutos el funcionamiento micropolítico y semántico de la burocracia, un sistema institucional que induce imperceptiblemente comportamientos y subordina cualquier surgimiento de autoconciencia. Se trata de que la identidad del agente esté definida por una subjetividad colectiva y cerrada que funciona y se compone por oposición de un gran Otro, el civil. En el nombre del bienestar general y del orden simbólico, se impondrá una lógica.

El último plano del film es lúcido y secretamente violento: un pizarrón y Cristi con una tiza en su mano condensa un estilo (y estigma) de vida: la burocracia piensa por nosotros.