Poder sin límites

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Adolescentes que despliegan sus poderes y llenan la pantalla de efectos especiales

Tres compañeros de un colegio secundario adquieren, de forma casual y misteriosa, poderes sobrenaturales que se irán incrementando a medida que van entrenando esas nuevas habilidades (desde volar hasta mover objetos con la mente). Esa es la premisa de este film escrito por Max Landis (hijo del celebrado realizador John Landis) y dirigido por Josh Trank, ambos de apenas 26 años.

Realizada con un modesto presupuesto y rodada con una cámara digital de bajo costo, Poder sin límites recurre a propuestas que, desde el éxito de El proyecto Blair Witch hasta hoy, han reciclado decenas de producciones independientes de género: el found-footage (material "encontrado"), el falso documental y que sean los propios protagonistas quienes filmen sus experiencias.

Si bien el punto de vista no es del todo riguroso (la cámara en mano subjetiva manejada por uno de los personajes "convive" con imágenes "objetivas"), Poder sin límites funciona durante buena parte de su corto metraje por múltiples méritos: porque le agrega una interesante dosis de realismo (credibilidad e identificación) al universo de los superhéroes y porque demuestra que hace falta más creatividad que dinero para concebir efectos visuales que estén justificados en función de las necesidades narrativas y no para el mero despliegue exhibicionista que muchas veces sirve para tapar o al menos disimular agujeros en las tramas.

Típica película de adolescentes con problemas escolares y familiares, Poder sin límites comienza (muy bien) como una historia de travesuras (los antihéroes no pueden creer todo lo que pueden hacer con sus nuevas habilidades), pero en su segunda mitad dilapida parte de esos hallazgos (sobre todo, el humor) con una mirada torpe y moralista que advierte sobre cómo esas capacidades sobrenaturales pueden alterar la personalidad de un muchacho y llevarlo por el mal camino.

De todas maneras, más allá de que ese desenlace no sea del todo convincente y de que el retrato psicológico de los personajes resulte demasiado superficial, hay en Poder sin límites más ingenio, sorpresas e ideas que en buena parte de la producción hollywoodense actual. No es poca cosa y más teniendo en cuenta que su director y su guionista son unos veinteañeros con mínima experiencia previa. Su futuro en la industria, en cambio, es enorme.