Pistolero

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

El cine argentino tiene sus propios westerns. Generalmente las películas gauchezcas suele ser incluidas en esta categoría (con La guerra gaucha como máximo exponente), pero también están los que se acercan a los arquetipos propios de los films de Hollywood, incluso de los eurowesterns. La comedia Los Irrompibles, de 1975, es un buen ejemplo, y también, en clave más serie, Aballay, el hombre sin miedo, de Fernando Spiner. También en Argentina hay ejemplos de westerns urbanos, donde se destacada Un oso rojo, de Israel Adrián Caetano.

Pistolero tiene la impronta de un western clásico, pero ambientado en los ’60, durante la presidencia de Juan Carlos Onganía.

Isidoro Mendoza (Lautaro Delgado Tymruk) no es un simple bandido rural. Junto a su banda, que tiene como miembros estables a su hermano Claudio (Sergio “Maravilla” Martínez) y el Tano Petri (Diego Cremonesi), componen un grupo de ladrones que le roba a los poderosos, a los que más tienen, y no dudan en ayudar a los más necesitados. Isidoro es un mito, una suerte de Robin Hood de las Pampas, y un poco disfruta de esa condición. No puede dejar esa vida ni siquiera cuando conoce a Sofía (María Abadi), una maestra recién llegada de Buenos Aires; ambos se enamoran y ella le enseña a leer y a escribir. Pero Isidoro y su pandilla son acechados por la ley, representada por Maidana (Juan Palomino), un policía chapado a la antigua.

En su ópera prima, el productor y guionista Nicolás Galvagno se inspira en la historia real de los hermanos Velázquez (forajidos del Chaco con más de héroes que de villanos) para contar un western al estilo estadounidense, pero con un sabor nacional. Si bien hay tiroteos y otras situaciones violentas, el director se apoya en los personajes y la relación entre ellos, la verdadera esencia del film. Todos tiene códigos de honor, se respetan, se quieren y son capaces de sacrificarse por el otro. Isidoro y los suyos solo quieren ser libres en un sistema cada vez más oscuro y represivo, sin olvidarse de la clase obrera que agradece sus buenas acciones para con ellos. Incluso Maidana se aferra a valores que amenazan con perderse, sobre todo cuando parece que los militares pretenden imponerle otra manera de hacer su trabajo.

Galvagno también sabe sacarles el jugo a las locaciones de la provincia de Mendoza, creando un microcosmos en el que conviven elementos de los ’60 y pasajes y personajes propios de tiempo atrás.

Lautaro Delgado Tymruk se luce como el protagonista, siendo convincente para la acción como en las escenas intimistas. Diego Cremonesi vuelve a demostrar por qué es una de las presencias más fuertes del cine argentino actual; aquí también sale airoso del desafío de hablar en italiano. El otrora boxeador Sergio “Maravilla” Martínez es una verdadera revelación: su porte y su histrionismo son perfectos para componer a Claudio. María Abadi encarna a Sofía con humanidad, sin caer en el estereotipo de la dama que se limita a ser la compañía del personaje principal. Juan Palomino se calza el rol de otro individuo duro, pero evitando todos los tics.

Pistolero es un nuevo western argentino, presenta a un director promisorio y nos recuerda por qué es imposible no amar a los “malos” de la película.